SAN PEDRO nació en Imola, en la Emilia oriental. Estudió las ciencias sagradas, y recibió el diaconado de manos de Cornelio, obispo de Imo- la, de quien habla con la mayor veneración y gratitud. Cornelio formó a Pedro en la virtud desde sus primeros años y le hizo comprender que en el dominio de las pasiones y de sí mismo residía la verdadera grandeza y que era éste el único medio de alcanzar el espíritu de Cristo. Según la leyenda, San Pedro fue elevado a la dignidad episcopal de la manera siguiente: Juan, el arzobispo de Ravena, murió hacia el año 433. El clero y el pueblo de la ciudad eligieron a su sucesor y pidieron a Cornelio d e Imola q u e encabezase la embajada que iba a Roma a pedir al Papa San Sixto III que confirmase la elección. Cornelio llevó consigo a su diácono Pedro. Según se cuenta, el Papa había tenido la noche anterior una visión de San Pedro y San Apolinar
(primer obispo de Ravena, que había muerto por la fe), quienes le ordenaron que no confirmase la elección. Así pues, Sixto III propuso para el cargo a San Pedro Crisólogo, siguiendo las instrucciones del cielo. Los embajadores acaba- ron p o r doblegarse. E l nuevo obispo recibió la consagración y se trasladó a Ravena, donde el pueblo le recibió con cierta frialdad. Es muy poco probable que San Pedro haya sido elegido en esta forma. El emperador Valentiniano III y su madre, Gala Placidia, residían entonces en Ravena. San Pedro gozó de su estima y confianza, así como de las del sucesor de Sixto III, San León Magno. Cuando San Pedro llegó a Ravena, aún había muchos paganos en su diócesis y abundaban los abusos entre los fieles. El celo infatigable del santo consiguió extirpar el paganismo y corregir los abusos. En la ciudad de Clas- sis, que era entonces el puerto de Ravena, San Pedro construyó un bautisterio y una iglesia dedicadas a San Andrés. Se distinguió por la inmensa caridad e incansable vigilancia con que atendió a su grey, a la que alimentó constan- temente con el pan de vida, que es la palabra de Dios. Se conservan todavía muchos sermones del santo que son siempre muy cortos, pues temía fatigar a sus oyentes.
En el siglo IX, se escribió una biografía de Pedro que da muy pocos datos sobre él. Alban Butler llenó esa laguna con citas de los sermones del santo, que él califica de "más bien instructivos que patéticos. En ellos se encuentran largas exposiciones doctrinales y pocas exhortaciones y afectos. No se puede considerar a esos sermones como modelo de elocuencia, por más que la fama del santo como predicador le haya valido el título de Crisólogo, es decir, orador áureo o excelente." Sin embargo, aunque el estilo oratorio de San Pedro no es perfecto (bien que Butler afirma en otra parte que su vocabulario es "exacto, sencillo y natural"), el contenido de sus sermones movió a Benedicto XIII a declarar al santo doctor de la Iglesia, en 1729. Butler omitió este dato. Se cuenta que San Pedro predicaba con tal vehe- mencia que a veces la emoción le impedía seguir hablando. Predicó en favor de la comunión frecuente y exhortó a los cristianos a convertir la Eucaristía en su alimento cotidiano. El heresiarca Eutiques, que fue condenado por San Flavio el año 448, escribió una circular a los prelados más distinguidos para justificarse. En su respuesta, San Pedro le decía que había leído su carta con la pena másprofunda, porque así como la pacífica unión de la Iglesia alegra a los cielos, así las divisiones los entristecen. Y añade que, por inexplicable que sea el ministerio de la Encarnación, nos ha sido revelado por Dios y debemos creerlo con sencillez. En seguida, exhorta a Eutiques a someterse sin discusión. Ese mismo año, San Pedro Crisólogo recibió con grandes honores en Ravena a San Germán de Auxerre; el 31 de julio, ofició en los funerales del santo fran- cés, y conservó como reliquias su capucha y su camisa de pelo. San Pedro Crisólogo no sobrevivió largo tiempo a San Germán. Habiendo tenido una revelación sobre su muerte próxima, volvió a su ciudad natal de Imola, donde regaló a la iglesia de San Casiano varios cálices preciosos. Después de acon- sejar que se procediese con diligencia a elegir a su sucesor, murió en Imola el 2 de diciembre, probablemente el año 450, y fue sepultado en la iglesia de San Casiano.
Butler Alban - Vida de los Santos