II Domingo de Adviento, Ciclo C

CATEQUESIS DE JESUCRISTO SOBRE LA MANERA DE ACTUAR EN SU PRÓXIMA VENIDA (Ba. 5, 1-9)

Escrito por: S.E. Don Felipe Padilla Cardona

Quítate tu ropa de duelo y de aflicción, Jerusalén, vístete para siempre con el esplendor de la gloria de Dios, cúbrete con el manto de la justicia de Dios, coloca sobre tu cabeza la diadema de gloria del Eterno. Porque Dios mostrará tu resplandor a todo lo que existe bajo el cielo.

Porque recibirás de Dios para siempre este nombre: "Paz en la justicia" y "Gloria en la piedad". Levántate, Jerusalén, sube a lo alto y dirige tu mirada hacia el Oriente: mira a tus hijos reunidos desde el oriente al occidente por la palabra del Santo, llenos de gozo, porque Dios se acordó de ellos.

Ellos salieron de ti a pie, llevados por enemigos, pero Dios te los devuelve, traídos gloriosamente como en un trono real. Porque Dios dispuso que sean aplanadas las altas montañas y las colinas seculares, y que se rellenen los valles hasta nivelar la tierra, para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios. También los bosques y todas las plantas aromáticas darán sombra a Israel por orden de Dios, porque Dios conducirá a Israel en la alegría, a la luz de su gloria, acompañándolo con su misericordia y su justicia.

El mensaje profético de Baruc, que hemos escuchado, nos anuncia la venida segura sobre nosotros “de la Gloria de Yavé”, es decir, toda la grandeza, todo el peso de la gloria de Dios viene sobre nosotros, y se culminará y se cumplirá con la próxima venida del Dios-Niño entre nosotros. Que ahora es anunciada por la Palabra de Dios. En ella se nos pide insistentemente que hagamos a un lado todo obstáculo y estemos plenamente disponibles para recibir realmente entre nosotros al Señor Jesús, que con alegría sin límites, viene para compartirnos su bendición y su riqueza; por eso el profeta anuncia “quítate tu ropa de duelo, y vístete para siempre del esplendor de la Gloria que viene de Dios…”. El mismo profeta nos indica claramente, cómo estaremos disponibles para recibir la Gloria del Eterno: “envuélvete en el manto de la justicia que procede de Dios”.

Manto de justicia que consiste en imitar la manera como Dios nos trata: con grande alegría, con grande bendición, con palpable y sensible dignidad, compartiéndonos lo mejor de él a cada uno de nosotros, y que Cristo realizó durante su permanencia en nosotros y nos dejó la manera concreta de poner en práctica esta justicia “como quieras que te traten, así trata a los demás”. Y haciendo vida la justicia entre nosotros, brotará como fruto maravilloso la Paz, que tanto necesitamos construir en nuestro mundo presente, sobre todo en este tiempo de adviento, para recibir al Príncipe de la Paz, que quiere de nuevo dar una respuesta positiva al mundo confundido que estamos construyendo.

El Profeta Baruc añade otra actitud de vida a fin de que el recibimiento de Cristo que está por nacer, sea más pleno y gozoso en nuestra familia y en nuestras comunidades: que la Gloria de Dios la recibamos con gran Piedad, es decir, que nos cuestionemos sinceramente, cómo está nuestra relación, nuestra vida religiosa con Dios y con los hermanos. Porque si nuestra justicia y nuestra relación con Dios y con los hermanos, está de acuerdo a la voluntad de Dios, él nos llevará a descubrirnos y tratarnos como lo que realmente somos: hermanos, hijos de Dios, herederos de la patria celestial. ¿Estaremos realmente disponibles para recibir y confesar ardientemente nuestra fe en el Señor Jesús que viene, para quedarse con nosotros y compartir efectivamente nuestra suerte presente y futura?. Si lo estamos, realmente encarnaremos en nuestra vida cristiana, el Nombre que Dios nos da para siempre: “Paz en la justicia y gloria en la piedad”. Y así viviremos este tiempo, de acuerdo al mensaje del profeta Baruc, que es de confianza y esperanza plenamente realizables; que es de vida y de felicidad a pesar de las amarguras y oscuridades que estamos construyendo en el seno de nuestra familia y de nuestro alrededor.

† Felipe Padilla Cardona