Queridos hermanos y hermanas:
El Evangelio de este tercer Domingo de Adviento presenta nuevamente la figura de Juan el Bautista, y lo representa mientras habla a la gente que se dirige hacia él en el río Jordán para hacerse bautizar. Dado que Juan, con palabras penetrantes, exhorta a todos a prepararse a la venida del Mesías, algunos se preguntan: “¿Qué debemos hacer?” (Lc 3, 10.12.14). Estos diálogos son muy interesantes y se revelan de gran actualidad.
La primera respuesta está dirigida a la muchedumbre en general. El Bautista dice: “El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo” (v. 11). Aquí podemos ver un criterio de justicia, animado por la caridad. La justicia pide que se supere el desequilibrio entre quien tiene lo superfluo y a quien le falta lo necesario; la caridad impulsa a estar atento al otro y a salir al encuentro de su necesidad, en lugar de encontrar justificaciones para defender los propios intereses. Justicia y caridad no se oponen, sino que ambas son necesarias y se completan recíprocamente. “El amor siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa”, porque “siempre se darán también situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo” (Encíclica Deus caritas est, 28).
Y después vemos la segunda respuesta a algunos “publicanos”, es decir, recaudadores de impuestos por cuenta de los romanos. Ya por esto los publicanos eran despreciados, y también porque con frecuencia se aprovechaban de su posición para robar. A ellos el Bautista no les dice que cambien de oficio, sino que exijan sólo cuanto ha sido fijado (Cfr. v. 13). El profeta, en nombre de Dios, no pide gestos excepcionales sino, ante todo, el cumplimiento honrado de su propio deber. El primer paso hacia la vida eterna es siempre la observancia de los mandamientos; en este caso el séptimo: “No robar” (Cfr. Es 20, 15).
La tercera respuesta se refiere a los soldados, otra categoría dotada de cierto poder y, por tanto, tentada de abusar de él. A los soldados Juan les dice: “No hagan extorsión a nadie (...), y conténtense con su salario” (v. 14). También aquí, la conversión comienza con la honradez y el respeto de los demás: una indicación que vale para todos, especialmente para quien tiene mayores responsabilidades.
Considerando en su conjunto estos diálogos, llama la atención lo concreto de las palabras de Juan: desde el momento en que Dios nos juzgará según nuestras obras es allí, en los comportamientos, donde es necesario demostrar que se sigue su voluntad. Y precisamente por esto las indicaciones del Bautista son siempre actuales: también en nuestro mundo tan complejo, las cosas irían mucho mejor si cada uno observara estas reglas de conducta. Oremos entonces al Señor, por intercesión de María Santísima, a fin de que nos ayude a prepararnos a la Navidad dando buenos frutos de conversión (Cfr. Lc 3, 8).
(María Fernanda Bernasconi – RV).