“Encontrarán al niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre”

Escrito por Mons. Carlos Aguiar Retes

Homilía en la Celebración de Noche Buena (Ciclo C)

Que contraste tan grande esta señal, con la misión que tiene este niño. Con nuestros criterios humanos hubiéramos pensado que el Mesías, el que tiene que salvar a los hombres, el que tiene que dar a conocer el camino de la libertad, de la verdad, de la felicidad, debería haber nacido en palacio, en una de las mejores casas, de una familia poderosa que tuviera la influencia necesaria para que este niño ejerza primero su formación y luego con gran poder su misión. Pero no es así, porque la señal es un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre.

El contraste nos habla en profundidad de la misma misión. Vamos a tratar de descubrir lo que el ángel dice: hoy les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, y por eso les traigo esta gran noticia que causará gran alegría a todo el pueblo. ¿Cómo es posible que realice esta misión? También el ser humano piensa que Dios, siendo el Ser Creador, el Todopoderoso, el Omnipotente, el que todo lo puede, tendría que realizar la misión aprovechándose de este gigantesco poder. Y por eso todavía hoy, veintiún siglos después del nacimiento de Cristo, hay tantas y tantos que buscan en lo extraordinario, en lo sorprendente, en lo que rebasa la cotidianidad de lo ordinario, a Dios.

Pensemos si acaso también nosotros, que somos fieles discípulos de Cristo y que por ello estamos aquí reunidos esta noche, ¿no pensaremos de esa manera?, ¿no buscaremos a Dios en lo omnipotente, en lo poderoso?, ¿cuál es nuestra respuesta? En profundidad el mensaje es darle la dignidad a la vida humana, Dios se manifiesta y se hace presente en la historia, a través de nosotros pequeñas creaturas, frágiles y limitadas; que constantemente cometemos errores, que incluso plenamente pecamos, voluntariamente aceptamos el mal.

En esta vida humana, en este niño envuelto en pañales, como hemos nacido cada uno de nosotros, indefensos, necesitamos del padre y de la madre, necesitamos de su ayuda para poder subsistir, para poder crecer. La vida es la mayor manifestación de Dios, quiere así Dios, no imponerse por su poder, si no que quiere manifestarse en el amor. Y este es el mensaje de la fe, nosotros estamos llamados a conocer, en el nacimiento de este niño Jesús el mensaje totalmente distinto, al que manifestaban las religiones naturales esparcidas por todas las tribus y los pueblos del mundo. Sólo el cristianismo nos presenta el auténtico Dios verdadero que ama a la creatura, que ama entrañablemente a su creatura; como el padre y la madre que aman al hijo que han engendrado.

Queridos hermanos, el mensaje pues, es redescubrir la presencia de Dios en medio de nosotros. Por eso nos dice San Pablo en la segunda lectura, que debemos dejar la vida sin religión. Religión significa una relación estrecha, ligada a Dios, pero no a cualquier Dios. Por más que podamos descubrir puntos de verdad en otras religiones, nosotros tenemos claro que Jesucristo revela al Dios verdadero, al Dios que es amor.

Esta es la razón de nuestra alegría y por eso desde la cotidianidad de nuestras actividades, podemos descubrir la presencia de Dios. Por eso estamos aquí congregados esta noche en torno a un recuerdo que marcó el rumbo de la historia: “el nacimiento de Cristo”; que nos muestra nuestra propia dignidad, así como somos nos ama Dios, no como quisiéramos nosotros ser, así como somos nos ama Dios. De esa relación de amor, nosotros podemos tomar conciencia de nuestra propia dignidad, somos seres amados por quien nos ha creado.

La gran preocupación de Dios no es imponernos cosas, sino que lo descubramos a Él. Por eso nos debemos de preguntar: ¿De qué manera yo he percibido esta presencia en la cotidianidad de mi vida?, ¿dónde he descubierto a Dios?, ¿dónde ha estado en mi camino?, ¿cuándo lo he visto? Y es entonces cuando la páginas del Evangelio nos ayudan a descubrir que Él se hace presente, cuando también he descubierto la dignidad de mis hermanos; cuando no solamente tomo conciencia de mi propia dignidad, sino también la de los demás y cuando mi corazón se hace sensible a las necesidades que tiene el otro, que yo descubro cerca de mí y que yo puedo expresarle mi apoyo, mi consuelo, mi ayuda. Cuando soy sensible a quien necesita un auxilio, una ayuda, allí está Dios presente; todo lo que le hiciste a quien era prisionero, enfermo, hambriento, sediento, dice Jesús, a mí me lo hiciste, ¡entra bendito de mi Padre a gozar del Reino de los cielos!. Me descubriste en el otro, descubriste que el prójimo es tu hermano, descubriste que es tan digno como tú, independientemente de lo que tenga o no tenga; descubriste que es una creatura amada por Dios, has descubierto al Dios verdadero.

Por eso estamos alegres, no esperamos signos sorprendentes, Cristo nos lo dijo claramente en el Evangelio, son los signos de todos los días, donde Dios camina con nosotros. La vida humana es la mayor revelación del amor y de la presencia de Dios. Por eso escuchemos de nuevo el anuncio del ángel: no tengan miedo, les traigo una buena noticia que causará gran alegría a todo el pueblo; hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán a un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre.

Amén.

+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla
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