Escrito por Mons. Rogelio Cabrera López
“Aquel que es la Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba; el mundo había sido hecho por él y, sin embargo, el mundo no lo conoció” (Jn 1, 7).
Hemos llegado a la Navidad, tiempo de esperanza y de amor; pero también un tiempo para fortalecer la fe. Precisamente, este año de la fe, se nos invita a redescubrir en los signos navideños, los signos de la fe.
La Navidad tiene que ser, pues, un tiempo, propicio de fe. Porque se necesita la fe de aquellos pastores que se acercaron al pesebre a descubrir en el niño al Mesías esperando, después de ver la luz de la gloria de los ángeles.
Se necesita el valor y constancia de aquellos magos de oriente que descubrieron la fe en la estrella que les guiaba, aun cuando en momentos se les desapareció y erraron el camino.
La fe de José y María, quienes supieron acatar la voluntad de Dios que se hacía patente en su vida de manera misteriosa. Afrontaron las situaciones con presteza y valentía.
Todo este tiempo, desde el inicio del Adviento hasta la Epifanía, engloba la vivencia de las virtudes teologales. Aquellas que vienen de Dios: Fe, esperanza y caridad.
La Esperanza, se ha vivido de manera expresa en el Adviento. La fe es el tiempo de la Navidad, y ambas, nos permiten reconocer el amor en la persona de ese niño, sencillo y tierno.
Por eso, la Navidad, debe permitirnos vivir, celebrar y fortalecer la fe. Que las luces que brillen para disipar tanta oscuridad.
Ahora, nos toca a nosotros, descubrir esos signos de fe, en este tiempo actual. La Navidad es actualizar también el amor de Dios. Por eso, no podrá haber Navidad sin la persona de Jesús. Y Jesús no puede nacer en un corazón que está ocupado por el odio o el rencor. Un ambiente marcado por el mal, no es un lugar propicio para la navidad, para la presencia de Jesús.
Los signos de fe, iluminarán también nuestro momento. Intensifiquemos el encuentro con los demás, brindemos gestos de perdón, respeto y tolerancia. Aprendamos a aceptar y comprometernos.
El Papa Benedicto XVI nos ha recordado la importancia de esa fe, y que bien se puede entender en este tiempo de navidad: “La fe crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra, para ser sus discípulos”. (Porta fidei 7)
Es en la presencia del Niño de Belén, que podemos entender esa luz que resplandece y que permite que nos gocemos en el Señor y que seamos engrandecidos. Ese Niño quiere nacer en cada corazón, en cada familia, en cada uno de nosotros creyentes y aun en los no creyentes que se mueven de buena voluntad.
Una luz resplandece en esta navidad cuando las familias esperan y celebran con fe. Esa luz resplandece cuando podemos estrechar las manos en reconciliación, cuando buscamos al que se ha alejado y nos dejamos encontrar por Dios.
Tendríamos razones para temer y desconfiar, cuando vemos tanta incertidumbre y confusión; desacuerdos e injusticias; violencia y muerte. Sin embargo, Jesús ha nacido, pero ahora nos pide a nosotros que seamos portadores de su amor y de su presencia. El mundo aún no conoce a Jesús, esa es nuestro compromiso creyente, que todos vayan al pesebre y encuentren a Jesús.
La fe que profesamos y vivimos se traduce en amor. Que el amor sea noticia, que podamos abrazar y sonreír porque estamos convencidos. El Papa Benedicto XVI en su Visita a México nos recordó que no son sólo las “estrategias humanas” las que podrán vencer el mal; es necesario que haya compromiso real de cada uno de nosotros. Pero sobre todo que dejemos que Jesús nazca en nuestro corazón. Que sea un digno pesebre de su presencia. ¿Dónde nacerá Jesús? Si erradicamos el mal, podrá nacer en nuestro corazón.
Deseo que esta navidad sea para todos un momento grande de encuentro con Jesús en los hermanos más alejados de nuestra vida, que las familias se reencuentren en el abrazo de reconciliación, que todos veamos a Jesús en los que sufren. Sepamos compartir nuestra vida y nuestra fe.
Que la Sagrada Familia bendiga a todas las familias de Chiapas y de México.
¡Feliz Navidad para todos ustedes, Hermanos y hermanas en la fe! Mi bendición y oración.
Administrador Apostólico de Tuxtla