Quien quiere la paz no puede tolerar atentados y delitos contra la vida

Escrito por Mons. Enrique Sánchez Martínez

El Mensaje de la Jornada Mundial de este 1° Enero del 2013, del Papa Benedicto XVI, quiere animarnos a todos a sentirnos responsables respecto de la construcción de la paz. Invita a una reflexión seria del concepto de paz a partir del ser humano: la paz interior y la paz exterior. Partiendo del respeto de la vida humana: desde su concepción hasta su fin natural; y en todas su dimensiones: personal, comunitaria y transcendente.

Este es un tema de vital importancia que debemos profundizar este inicio de año. En este momento éste es un tema crucial en nuestro México. Quienes proponen la liberación del aborto, no aprecian suficientemente el valor de la vida humana y no se dan cuenta que proponen la búsqueda de una paz ilusoria. Es muy fácil pensar que la muerte de un ser inerme e inocente, nunca podrá traer paz y felicidad

¿Cómo es posible pretender conseguir la paz, el desarrollo integral de los pueblos o la misma salvaguardia del ambiente, sin que sea tutelado el derecho a la vida de los más débiles, empezando por los que aún no han nacido? Cada agresión a la vida, especialmente en su origen, provoca inevitablemente daños irreparables al desarrollo, a la paz, al ambiente.

Existen en el ambiente político personas, que, basados en una visión reductiva y relativista del ser humano, y mediante el uso hábil de expresiones ambiguas pretenden favorecer un derecho al aborto y a la eutanasia. No es justo codificar de manera encubierta falsos derechos o libertades, esto es una amenaza al derecho fundamental a la vida.

Otro tema relacionado con lo anterior es la estructura natural del matrimonio, que debe ser reconocida y promovida como la unión de un hombre y una mujer. En México en dos entidades federativas (Distrito Federal y Quintana Roo), existen leyes que legalmente pretenden equiparar a la familia con formas radicalmente distintas de unión que dañan y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo su carácter particular y su papel insustituible en la sociedad.

Lo que nosotros los católicos defendemos no son verdades de fe, ni una mera derivación del derecho a la libertad religiosa. Son principios que están inscritos en la misma naturaleza humana, se pueden conocer por la razón, y por tanto son comunes a toda la humanidad. La acción de la Iglesia al promoverlos no tiene un carácter confesional, sino que se dirige a todas las personas, prescindiendo de su afiliación religiosa. Esta acción se hace tanto más necesaria cuanto más se niegan o no se comprenden estos principios, lo que es una ofensa a la verdad de la persona humana, una herida grave infringida a la justicia y a la paz.

En la construcción de un país democrático, constituye una importante cooperación a la paz el reconocimiento del derecho al uso del principio de la objeción de conciencia con respecto a leyes y medidas gubernamentales que atentan contra la dignidad humana, (como el aborto, la eutanasia), por parte de los ordenamientos jurídicos y la administración de la justicia. Se podría definir como “una postura individual contraria a la ley, actos de autoridad e incluso autoridades laborales. Esta postura de discrepancia normalmente es generada por creencias religiosas, ideológicas, principios éticos o morales y tiene como finalidad la no aplicación de la ley o acto en cuestión o su sanción”.

En México no existe la Objeción de conciencia como figura jurídica. La Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público en el Artículo primero dice: “Las convicciones religiosas no eximen en ningún caso del cumplimiento de las leyes del país. Nadie podrá alegar motivos religiosos para evadir las responsabilidades y obligaciones prescritas en las leyes”. Parece que, pese a lo anterior que lo prohíbe, en dos entidades federativas (Distrito Federal y Jalisco) ya se encuentra regulada. Mi deseo es que el próximo año avancemos en el respeto a los derechos fundamentales de las personas iniciando con el respeto a la vida.

+ Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
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