“Vino a los suyos, pero los suyos no lo recibieron”

Escrito por Mons. Carlos Aguiar Retes

Homilía en la Celebración del 31 de Diciembre por la noche
En este texto del Evangelio que acabamos de escuchar, el inicio del Evangelio de San Juan, con grande realismo afirma el Apóstol y Evangelista, que Jesucristo, que vino por un camino preparado por Dios, con toda una intervención constante, estable, a través de los profetas y a través de signos para de un pueblo de esclavos, hacerlo un pueblo libre, un pueblo que se preparó el Señor. Vino el Mesías anhelado, esperado de siglos y no lo reconocieron.

Que dramática situación la que hoy nos recuerda el Evangelio, sin embargo, más dramático es todavía poder constatar que Jesucristo sigue viniendo, camina en medio de nosotros, nosotros los cristianos católicos y todavía una gran parte de nuestros cristianos no reciben a Cristo, no lo reconocen. ¿Dónde está el punto por el cual a pesar de la preparación, del camino recorrido por Dios, por medio del Espíritu, no podemos reconocer al que viene para salvarnos, redimirnos, ayudarnos a encontrar la auténtica libertad, la felicidad verdadera? Podemos descubrir en el mismo texto del Evangelio que acabamos de escuchar, que hubo quienes si lo recibieron, dice: pero a los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre, sino que nacieron de Dios.

Si es verdad, todavía son muchos los que no conocen a Cristo, pero si hay también quienes si lo conocemos, lo valoramos y lo hacemos nuestro camino de vida; por eso estamos aquí, para encontrarnos con Él. Dice el evangelista todavía más adelante: y aquél que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Jesucristo habita en medio de nosotros, ¿cómo se realiza esta presencia tan difícil de descubrir? El evangelista también nos dice que hay testigos de la luz que non son la luz; la luz es Jesús, es Cristo, pero hay testigos de la luz, como los hubo en el Antiguo Testamento, lo sigue habiendo a lo largo de la Iglesia, y estos que dan testimonio de la luz como Juan Bautista, estos muestran a Cristo.

Dice al final del texto que acabamos de escuchar, que en un primer momento conocemos a Dios por medio de la ley que dio Moisés, los diez mandamientos; pero luego al conocer a Cristo obtenemos la gracia y la verdad. Es bueno preguntarnos en que fase estamos, todos atravesamos ese primer ciclo de nuestra vida, en la cual nuestra guía no es realmente la Persona de Cristo, sino la ley; recuerden ustedes como de niños aprendimos los diez mandamientos, incluso aprendimos a acercarnos a los Sacramentos de la Confesión y de la Eucaristía recorriendo nuestro examen de conciencia, haber si habíamos cumplido los diez mandamientos. Es una etapa necesaria, pero es simplemente transitoria, y tantos católicos que se quedan en ese ciclo que normalmente es el ciclo infantil, es decir, es el propio para los niños, es el propio para quienes todavía están en un crecimiento y desarrollo de su personalidad.

Nosotros estamos llamados para más, para recibir la gracia, la ayuda de Dios través del Espíritu que se nos ha dado en el Sacramento de la Confirmación y sobre todo buscando la verdad que es la única que nos hará libres; la auténtica libertad de los hijos de Dios es orientar la vida por la verdad. Este ejercicio es el que nos cuesta trabajo descubrir en la práctica, en nuestros afanes y tareas de todos los dias, las preocupaciones de que comeremos, que beberemos, con que nos vestiremos, donde dormiremos; las preocupaciones sanas que son de la existencia cotidiana de todo hombre, de todo ser humano, nos absorben, nos concentran nuestras energías e incluso en este tiempo con mayor intensidad, el ser humano se ve en una hiperactividad, es decir, en una exageración de cosas que hacer, y deja de lado el crecimiento espiritual, el desarrollo de lo más importante que tenemos, lo que va a ser nuestra eternidad. Sabemos que este cuerpo que tenemos se va desmoronar, va a terminar, no es eterno; pero nuestra persona si es eterna, y esa eternidad es la que va a vivirse en el espíritu, y no le dedicamos tiempo, no atendemos a lo que es lo esencial de nuestra vida. Nos cuesta trabajo darnos espacio para que conozcamos a Jesucristo el Señor, el que le da sentido, el que con su modelo de vida, con sus actitudes, con su doctrina, con sus enseñanzas, nos muestra como desarrollar nuestro propio espíritu auxiliado por el Espíritu de Dios.

Por eso es que el Apóstol San Juan, que lo hemos escuchado en la primera lectura, nos advierte sobre la presencia de anticristos, es decir, de quienes se hacen pasar por Cristo, ofreciendo una salvación, redención, liberación, que es demagógica, que saben que no la tienen pero que la ofrecen barata, que la ofrecen de forma que muchos la siguen, de forma fascinante; pero que es un engaño. Esto dice el Apóstol San Juan: han oído ustedes que iba a venir el anticristo, pues bien, muchos anticristos han aparecido ya. Eso lo dice hace veintiún siglos y siguen apareciendo y más adelante dice: por lo que a ustedes toca, han recibido la unción del Espíritu Santo y tienen así el verdadero conocimiento; les he escrito no porque ignoren la verdad, sino porque la conocen y porque ninguna mentira viene de la verdad.

Hermanos, estamos terminando un año, 2012. Muchos de nosotros solemos hacer al termino de un ciclo de tiempo como es el término de un año civil, nuestro examen de conciencia de cómo nos ha ido este año. Yo les propongo que en un momento de silencio, cada uno de nosotros pensemos, ¿he descubierto a Cristo el Señor, a lo largo de este 2012?, ¿qué experiencias he tenido durante este año, en las que puedo decir que he crecido en mi espíritu, que he tratado de corresponder a la acción del Espíritu de Dios? Si descubro algunos momentos de estos tan hermosos, agradecérselo de corazón y dejar de lado lo que si bien es importante, no es lo sustancial. Creo que la mayoría viene a decirle: gracias Dios por haberme concedido que comer, una casa, que beber, que vestir, un trabajo, un empleo; todo eso está bien, pero yo los invito a que vayamos a lo más importante ¿he crecido espiritualmente en este 2012? Y si acaso no encuentro esos elementos que me alienten, de que voy en camino de crecimiento espiritual, ese debe de ser nuestro propósito de Año Nuevo, crecer espiritualmente.

El Señor nos sigue concediendo la vida, nos sigue dando la oportunidad de encontrarnos con Él, aprovechémosla, Cristo se manifiesta en su Palabra, Cristo se manifiesta en el prójimo, Cristo se manifiesta en la oración, en la celebración de los sacramentos; como lo estamos haciendo en este momento. “El Señor está en medio de nosotros”.

Pidámosle pues al Señor después de este breve silencio, crecer en relación con Él, en gracia con la ayuda del Espíritu y buscando la verdad.

Que así sea.

+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla
Noticia: 
Nacional