Diáconos, ejemplo de servicialidad

Escrito por Mons. Alberto Suárez Inda

Después de un largo intervalo de largos meses, retomo los comentarios sobre los documentos del Concilio Vaticano II, en particular sigo refiriéndome a la Constitución sobre la Iglesia Lumen gentium.

Después de exponer ampliamente la doctrina sobre el Episcopado, el n. 28 se dedica a los Presbíteros y el n. 29, acerca de los Diáconos, cierra el tercer capítulo. La Diaconía es un término griego que equivale a la palabra latina Ministerium y que en nuestra lengua traducimos por Servicio. Se trata de un rasgo característico que debe distinguir a toda la Iglesia y a todo discípulo de Jesús, que vino al mundo “no a ser servido, sino a servir”.

De manera especial quienes estamos llamados a representar al Señor en medio de su pueblo debemos dar ejemplo de servicialidad. Los Sucesores de los Apóstoles comunican el Sacerdocio de segundo grado a los Presbíteros y, también por la Imposición de las manos, confieren una “gracia sacramental” a quienes están llamados a servir al Pueblo de Dios en este “grado inferior de la jerarquía” (Lumen gentium 29).

Entre los oficios propios del Diácono sobresale el de proclamar el Evangelio y predicar la homilía para alimentar a los fieles con la Palabra de Vida. El Papa Benedicto ha insistido que debemos “mejorar la calidad de las homilías”, dejándonos interpelar por la Palabra que anunciamos, asimilándola en la meditación, aplicando el mensaje a la situación concreta de los oyentes y hablando “con convicción y pasión” (Verbum Domini 59).

El Diácono tiene la facultad de administrar solemnemente el Bautismo, reservar y distribuir la Eucaristía, asistir al Matrimonio bendiciendo a los esposos, llevar el Viático a los moribundos, presidir los Funerales y la Sepultura. En el campo de la liturgia son pues muchas las tareas sacramentales por las que el Diácono transmite a sus hermanos bendiciones de Dios, lo cual le exige a él ser hombre de fe profunda, limpio y ejemplar en su conducta.

No menos importante es la dedicación a las obras de caridad que son como una prolongación de la liturgia. En efecto, de la mesa del Señor brota la caridad y la preocupación por los miembros del Cuerpo Místico de Cristo. La Pastoral Social no es simple filantropía ni cuestión técnica de economistas, sino verdadera expresión de fe y compromiso cristiano.

Agradezcamos a Nuestro Señor el regalo de 12 nuevos Diáconos que serán ordenados el próximo jueves en la Iglesia Catedral. La Ordenación Diaconal no es un simple trámite o trampolín para el Presbiterado, sino una gracia especial, no sólo para los candidatos, sino para la comunidad cristiana. Oremos por Agustín, Daniel, David, Eleazar, Gabriel, Gerald, Gerardo, Guillermo, Julio, Luis, Nicolás y Vicente para que vivan su Diaconado como recomienda San Policarpo, siendo “misericordiosos, diligentes, procediendo conforme a la verdad del Señor, que se hizo servidor de todos”.

+ Alberto Suárez Inda
Arzobispo de Morelia
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Nacional