El reto de la Pastoral Familiar es educar en la fe a la familia

Escrito por Mons. Enrique Sánchez Martínez

Iniciamos este año 2013 con un fuerte llamado de nuestra Iglesia católica para reemprender en el seno de nuestras familias la formación y educación en la fe y en la paz. El Año de la Fe al que nos ha convocado el Papa Benedicto XVI y en su Mensaje para la Jornada Mundial para la Paz, nos orientan hacia la educación: “…la familia cristiana lleva consigo el germen del proyecto de educación de las personas según la medida del amor divino. La familia es uno de los sujetos sociales indispensables en la realización de una cultura de la paz. Es necesario tutelar el derecho de los padres y su papel primario en la educación de los hijos, en primer lugar en el ámbito moral y religioso”. Debemos señalar una vez más la vital importancia de la familia en la “educación de los hijos en la fe” y también que desde la familia se transmite la fe a las generaciones futuras.

Desde siempre la transmisión de la fe ha encontrado su lugar natural en la familia. Afortunadamente en la mayoría de las familias mexicanas así es. Aunque hoy asistimos a una destrucción de los valores familiares y a una desvalorización del papel de la familia en este campo, debido a múltiples factores. Por esto, no debemos dar por supuesto que se da la vivencia de la fe cristiana en nuestros hogares cristianos y que hay una asimilación de la fe por parte de los hijos. Es necesario que las familias asuman el puesto que les corresponde en la transmisión de la fe a pesar de las dificultades y crisis por las que atraviesan.

La nueva evangelización debe ir dirigida de manera primera y prioritaria a la familia, como la realidad a la que más han afectado los cambios sociales y la poca valoración de la fe.

La iniciación cristiana, que comprende el Bautismo, la Confirmación, la Penitencia y la Eu­caristía, toma una especial relevancia en la familia como “iglesia doméstica”, como comunidad de vida y amor. La familia vive la fe y participa también en la fe de sus hijos en las diversas etapas de formación y desarrollo de la vida cristiana.

Podemos asegurar que el primer fundamento de una pastoral familiar renovada es la vivencia intensa de la iniciación cristiana. La fe, don de Dios, se nos infunde en el Bautismo, en cuya celebración los padres piden para sus hijos “la fe de la Iglesia”. Este es el signo eficaz de la entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación. Los padres apoyan a los hijos y caminan con ellos en el aprendizaje de la vida cristiana y entran gozosamente en la comunión de la Iglesia para ser en ella adoradores del Padre y testigos del Dios vivo.

La familia es el ámbito natural donde es acogida la fe y a la que contribuye para su crecimiento y desarrollo. En ella se dan los primeros pasos de la educación temprana de la fe y los hijos aprenden las primeras oraciones, como el avemaría, el padrenuestro, el ángel de mi guarda. También experimentan el amor a la Virgen, a Jesucristo, y es donde por primera vez oyen hablar de Dios y aprenden a quererlo viviendo el testimonio de sus padres. Son ellos, especialmente quienes transmiten la fe y evangelizan a sus hijos. Este testimonio de los padres, en la educación familiar es fundamental en todos los ámbitos de la existencia humana.

En el proceso de la vida de la familia, la Iglesia contribuye a través de la parroquia, donde los hijos son recibidos para la catequesis infantil, también se le llama la “escuela de la fe” para los niños, pero también los adolescentes y jóvenes en los grupos y movimientos. La familia completa es recibida en la catequesis familiar, en los movimientos de familia o en los grupos eclesiales que se han formado para la Misión Diocesana.

Es en la comunidad parroquial donde se introduce y se invita a la familia a la oración (como el “alimento de la fe”), a la lectura y estudio de la Palabra de Dios, y se motiva a la práctica sacramental de las familias, en sintonía y colaboración con la comunidad parroquial, especialmente en la celebración de la Eucaristía dominical.

La fe es compañera de vida que nos permite distinguir las maravillas de Dios a lo largo de nuestro caminar. La fe está presente en las diversas etapas de nuestra existencia (niñez, adolescencia, juventud…), así como en los momentos difíciles (enfermedad, dolor, crisis) y en los alegres (el nacimiento de un hijo, el gozo del amor esponsal). De esta forma la fe va acompañándonos en todas las circunstancias de la vida familiar. La familia camina con sus hijos en esos importantes momentos en los que se va fraguando su madurez y porvenir.

La Nueva Evangelización nos lleva necesariamente al anuncio del Evangelio a las familias y a contribuir con ellos en la tarea educativa. La familia está inmersa en un proceso gradual de educación humana y cristiana que permite tener como centro la vocación al amor. A la familia le corresponde el deber grave y el derecho insustituible de educar y cuidar este momento inicial de la vocación al amor de los hijos. Esto se realiza en un ambiente sencillo y normal, el hogar, donde, de una manera natural se va formando la personalidad humana y cristiana de los hijos. A esta educación contribuyen otras entidades e instituciones y a la que contribuye la comunidad parroquial.

Este es el reto en la pastoral familiar: nuestro México y nuestro ambiente más cercano necesita, de manera urgente, el testimonio creíble de familias que, iluminadas por la fe, sean capaces de “abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios” y ser fermento de nuestra sociedad. Para ello en la familia se debe evangelizar y educar a todos sus miembros.

+ Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
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