2013-02-02 L’Osservatore Romano
Entre fe y caridad no hay separación u oposición, porque en la vida cristiana “todo parte del amor y tiende al amor”, explica el Papa en el mensaje para la Cuaresma, difundido este viernes, 1 de febrero. “Conocemos el amor gratuito de Dios mediante el anuncio del Evangelio —escribe el Pontífice—. Si lo acogemos con fe, recibimos el primer contacto ―indispensable― con lo divino, capaz de hacernos «enamorar del Amor», para después vivir y crecer en este Amor y comunicarlo con alegría a los demás”.
En esta perspectiva el servicio al prójimo no es “un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad» . Una actitud que en los cristianos nace esencialmente “de la conciencia de que el Señor nos ama, nos perdona, incluso nos sirve”.
“Resulta claro que nunca podemos separar, o incluso oponer, fe y caridad”. Se trata de dos virtudes teologales “íntimamente unidas”, y “es equivocado ver en ellas un contraste o una «dialéctica»”. Para “una vida espiritual sana” —advierte Benedicto XVI— es necesario rehuir tanto el fideísmo, que insistiendo en la prioridad de la fe acaba casi por despreciar obras concretas de caridad, como del activismo moralista, que en nombre de una “supremacía exagerada de la caridad” alimenta la “errónea convicción de que las obras puedan sustituir a la fe”.
“En la Iglesia, contemplación y acción deben coexistir e integrarse”, recuerda el Pontífice. Aunque “la prioridad —añade— corresponde siempre a la relación con Dios y el verdadero compartir evangélico debe estar arraigado en la fe”. Al respecto Benedicto XVI pone en guardia ante la tentación de “reducir el término «caridad» a la solidaridad o a la simple ayuda humanitaria”. En realidad “la mayor obra de caridad es precisamente la evangelización, es decir, el «servicio de la Palabra»”, que constituye “la promoción más alta e integral de la persona humana”.
El Papa recomienda, en conclusión, vivir la Cuaresma como tiempo propicio para redescubrir la relación justa entre fe y caridad. Es un tiempo litúrgico que “nos invita precisamente a alimentar la fe a través de una escucha más atenta y prolongada de la Palabra de Dios y la participación en los sacramentos y, al mismo tiempo, a crecer en la caridad, en el amor a Dios y al prójimo, también a través de las indicaciones concretas del ayuno, de la penitencia y de la limosna”.