¡TE OFRECEMOS SEÑOR DE LOS MISMOS BIENES QUE NOS HAZ DADO!

RECUERDE QUE EL DIEZMO ES UN DEBER MORAL, NO UN IMPUESTO FISCAL.
 
​Hemos vivido un año más lleno de bendiciones y riquezas en todos los aspectos. Empezando por la de la vida, que es un tesoro invaluable. Además las riquezas materiales que constituyen el esplendor y gloria de la creación, pero como la creación, no es independiente del Creador, este esplendor y esta gloria pertenecen también a El, que dispone de ellos, los prometo y los da a los seres humanos libre y gratuitamente, aun cuando el ser humano, no se ha hecho acreedor a ellos. Las riquezas son ante todo una bendición de Dios y manifiestan la fidelidad del amor de Dios al hombre. Pero amor, con amor se paga, y el hombre también tiene que responder a este amor divino de diferentes maneras, para demostrar su gratitud, por las riquezas que son los medios que Dios nos da, para satisfacer las necesidades materiales. El hombre debe disfrutar de toda la creación pero no se debe olvidar, que no es su propietario en el sentido pleno de la palabra. Dios creó al hombre, para que disfrutara y gozara de los bienes materiales, pero sin abusar de ellos. En el mensaje bíblico del Nuevo Testamento, nos dice que las riquezas constituyen: una gracia y una bendición de Dios, pero no deben esclavizarnos. Son para ayudarnos a vivir con tranquilidad y cuando se tengan en abundancia, son también para ayudar a los pobres, para que pongan fin a su miseria, por que ésta no es agradable a Dios. Se debe imitar el ejemplo de la primera comunidad Cristiana que vendía todo lo que tenía, y ponía el dinero al servicio de todos para que no hubiera hermanos miserables. Las riquezas compartidas son una ofrenda también a Dios. Porque el compartirlas son signo de amor fraternal y lo que se hace al pobre se hace a Dios.
 
¡DIEZMOS Y PRIMICIAS!
 
​Eran, son y deben ser, un acto de agradecimiento. En aquellos tiempos, los agricultores una vez obtenida la cosecha, llevaban al templo, los primeros frutos de todo lo sembrado y cosechado, para ayudar a los sacerdotes y a las obras del templo. Lo mismo era el Diezmo, la décima parte de los productos; este acto tiene como fundamento que Dios es el Creador y dueño de la tierra y de todo lo que ella produce, gracias al esfuerzo y trabajo humano. Hay bastantes pasajes bíblicos en los que encontramos datos históricos desde la época patriarcal en la que se ofrecían tanto el diezmo religioso, como el civil que se entregaba al rey. El Diezmo tiene una larga historia bíblica, desde la época patriarcal en la que Jacob lleva su diezmo al santuario de -Betel-, después en la ley mosaica también debían pagar el diezmo los ganaderos que tenían que contar bien y al décimo animal, separarlo y llevarlo, a los levitas, quienes recibían todo el diezmo, por sus servicios al templo y daban una parte a los sacerdotes. Todo lo dado por el Diezmo se vendía, para comprar lo necesario para el templo. Después también adquiere un aspecto social y se ayudaba a las viudas, huérfanos y demás necesitados, que comían de él, hasta satisfacerse. Después se legalizó, con sentido misericordioso para ayudar a las necesidades presentes. Después el diezmo se convirtió en impuesto, en beneficio del templo para su sostenimiento y demás. Toda esta doctrina de la ofrenda del diezmo, está muy clara en la antigua ley, como expresión de la voluntad de Dios y como parte del culto que el hombre debe dar a Dios, como respuesta de agradecimiento. En la nueva ley que es el evangelio y demás escritos no hay nada concreto sobre el diezmo, ya que esta ley no es otra cosa que el dinamismo divino que ayuda al hombre, para que alcance el fin para el que fue creado, Pero éste incluye entre otras cosas, la práctica de la caridad, que es síntesis de todas las demás virtudes y expresa la belleza de una vida nueva. Es el motor y el fin de la vida verdaderamente cristiana. El amor a Dios y al prójimo es la síntesis hecha por el Maestro Divino de toda la antigua ley. Jesús confirma la práctica de la caridad y la ennoblece, porque cualquier ayuda económica hecha a los necesitados, es hecha a El; y por inspirarse en El, es más exigente y generosa y echa en nuestro corazón, los sufrimientos de los hermanos más necesitados y la fuerza de esta marea dolorosa, derriba la muralla de nuestro egoísmo y nos revela que fuimos creados para amar, con un amor nacido de Dios, que corre, vuela, se alegra y nada lo detiene, para hacer el bien en todos los aspectos. Aunque sea una actitud espiritual, debe transformarse y manifestarse en obras. Compartiendo lo que se tiene. En el mensaje evangélico y demás escritos del Nuevo Testamento, encontramos textos concretos que nos dicen nuestra obligación de compartir nuestros bienes, con espíritu fraternal cristiano y no por pura filantropía, en al que puede ocultarse un egoísmo refinado, al estilo farisaico que hacían esa clase de obra, para que los vieran y alabaran. La caridad cristiana es el don más sublime otorgado al hombre, en donde obra el Espíritu Santo y la hace que sea alegre, generosa y de la cual todas las demás virtudes son su prolongación y desarrollo. Perfecciona al hombre y lo hace imitador del amor de Dios que hace salir el sol, sobre los buenos y los malos. La vida cristiana debe ser un servicio de amor, en todas sus formas. Hay hermanos que se están muriendo por falta de pan y otros por falta de amor, porque están en la soledad moral y física, rechazados y olvidados. Debemos ayudar en todas formas y acercarnos a todos los que se encuentran en situaciones que exigen nuestra ayuda, con un amor indiscriminado como el Divino, que se nos pone como modelo de nuestra conducta.
 
¡EL DIEZMO ES UN DEBER MORAL, NO FISCAL!
 
​Cumpliendo con este deber moral cristiano, nos estamos acercando y ayudando a los necesitados, a través de las diferentes pastorales. Con el Diezmo se ayuda a que haya una mejor pastoral diocesana y que el mensaje evangélico llegue a todas las regiones y clases sociales. También se ayuda a los sacerdotes de la nueva alianza para que no tengan esta clase de preocupaciones y ejerzan más eficazmente su ministerio sacerdotal. Y con mayor razón, si ya están en edad avanzada. La comunidad eclesial tiene la obligación de sostener a quienes han gastado la vida en su servicio. Ofreciendo el Diezmo, se está dando una respuesta agradecida al Divino Creador, que es el dueño de toda la tierra y de todo lo que hay en ella. El ser humano, no es más que un beneficiario y un deudor. No olviden que es el mismo Dios quien pide que se le den ofrendas. Pide que se le consagre todo primogénito, de hombres y ganados. Ordena que se le consagre un día a la semana. Que se le den las mejores primicias de lo cosechado y del ganado. Y es maldito el tramposo, que le ofrece cosas defectuosas. También hay textos bíblicos que nos dicen como debe darse el Diezmo y demás ofrendas. Deben darse: con alegría y con amor y gratitud. Porque dadas sin amor a Dios a los prójimos necesitados, son detestables para El. Deben darse con generosidad y honradez. Y los que hacen esto, serán colmados de bienes y no comparecerán ante Dios con las manos vacías. Dando su diezmo y demás ofrendas, es devolver algo de lo mucho que Él nos da. Y Dios les pagará devolviéndoles cien veces más, porque se complace en ver que se le ofrezca el diezmo como acción de gracias por todo lo que nos da. Recuerde que Dios se fija en la gente que es agradecida y la que no es. De los diez leprosos curados, sólo uno fue a darle las gracias y Él se fijó en este detalle. Dijo que había curado a diez y sólo uno fue a darle las gracias. Dar el diezmo y demás ayudas, es también una forma de honrar a Dios, lo dice la palabra divina en el libro de los -proverbios- 3-9. Las riquezas bien obtenidas no impiden al que las tiene ser santo, si hace buen uso de ellas, ayudando a las obras de caridad. Hay felicidad en las riquezas, si en lugar de apartar de Dios, acercan a El. -Eclesiástico-31-8 dice que es feliz el rico que fue hallado intachable y no se fue tras el oro. Las riquezas no deben hacer que el hombre se olvide de Dios -Deuteronomio-8,11-, porque Él es el que da la fuerza, para que halle prosperidad, pero sin fatigarnos. Que las riquezas no sean el tesoro del hombre. Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón, pero sin satisfacerlo. Y como dice el libro de los -Proverbios-17, 1-, que más vale la paz, que la riqueza sin paz, y que es mejor un mendrugo en paz, que una vida llena de festines en pleitos.
 
¿CUANTO DEBO DAR DE DIEZMO?
 
​El diezmo es un deber moral, no fiscal. La máxima autoridad el Excmo. Sr. Obispo D. Felipe Padilla Cardona, fundamentado en los textos bíblicos, nos da un criterio objetivo y razonable para el diezmo. Se les pide evaluar sinceramente su situación económica y tomar la decisión de dar por lo menos un día de salario o de ganancias, al año. Pero si la gratitud y generosidad lo empujan a contribuir con algo o mucho más de lo pedido, hágalo. Porque el amor cristiano no admite cuantificaciones, ni se puede encerrar en formulas. El amar es encender nuevos amores, es alegrarse de que el amor fraternal prospere, es caminar hacia la comprensión y la unidad. Es el oro precioso que enriquece a quien lo tiene y lo hace grato a Dios en la medida en que lo entregue. El amor cristiano, nos hace ver en cada ser humano, a un hermano y compartir en él, alegrías y tristezas, riqueza y pobreza, salud y enfermedad. El amor a Dios y al prójimo son dos anillos de oro, de la misma cadena, pero inspirados por una única caridad, que se debe manifestar con obras. Porque no es estático, sino un movimiento hacia el prójimo para ayudarlo a que pueda ser feliz. Recuerde que el amor que no se da, se pudre. Y el amor que se da, se multiplica. ¡Así pues, sea generoso en ofrecer su Diezmo! ¡Arriba y adelante!