Misión de Benedicto XVI: oración, intercesión y esperanza para Iglesia

2013-02-18 Radio Vaticana
(RV).- Rezar es amar mirando a Dios a los ojos. Con la exposición eucarística y las segundas vísperas del primer domingo de Cuaresma, comenzaron los ejercicios espirituales de Benedicto XVI y sus colaboradores de la Curia Romana, en la capilla dedicada a la Madre del Redentor, del Palacio Apostólico. Profundizando sobre el tema «Ars orandi, ars credendi. El rostro de Dios y el rostro del hombre en la oración». Introduciendo la primera meditación, el presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, Cardenal Gianfranco Ravasi se dirigió a Benedicto XVI, refiriéndose a su misión futura y evocó la figura bíblica de Moisés, que sube al monte a rezar por el pueblo de Israel, que en el valle lucha contra Amalek:

«Esta imagen representa su función principal para la Iglesia, es decir la intercesión, interceder: nosotros nos quedamos en el ‘valle’, donde está Amalek, donde está el polvo, los miedos, aun más, los terrores y pesadillas, pero también las esperanzas – donde usted ha permanecido durante estos ocho años con nosotros. Pero, de ahora en adelante, sabemos que, en el monte, está su intercesión por nosotros».

El purpurado elegido por el Santo Padre para predicar este año los ejercicios espirituales de Cuaresma, puso de relieve la importancia del silencio interior, alentando a liberarse de los ruidos que se multiplican sobre todo en estos días:

«Pienso que también para nosotros los ejercicios, estos momentos, son como liberar el alma del polvo de las cosas materiales, también del fango del pecado, de la arena de lo banal, de las ortigas de las habladurías, que sobre todo en estos días, ocupan ininterrumpidamente nuestros oídos».

Con los Salmos, meditando sobre cuatro verbos, el Cardenal Ravasi señaló que rezar es respirar, porque la oración es como el aire para nuestra vida. Rezar es pensar, es conocer a Dios, como hacía María que custodiaba los eventos en su corazón. Rezar es también luchar con Dios, sobre todo cuando se está en la aridez, en la oscuridad de la vida, cuando elevamos al cielo nuestro clamor desesperado, que puede parecer blasfemo. Rezar es amar, poder abrazar a Dios y la oración es algo así como la mirada silenciosa entre dos enamorados:

«Como saben – lo decía Pascal – en la fe, al igual que en el amor, los silencios son más elocuentes que las palabras. Dos enamorados, cuando acaban todo el repertorio de lugares comunes de su amor, si están verdaderamente enamorados, se miran a los ojos y callan».
(CdM - RV)