Escrito por Lic. Paola Rios
Por S.E. Mons. Eugenio Lira Rugarcía
Obispo Auxiliar de Puebla
Secretario General de la CEM
Hoy celebramos la festividad de la Cátedra de San Pedro. Se trata de una tradición muy antigua, atestiguada en Roma desde el siglo IV, con la que se da gracias a Dios por la misión encomendada al Apóstol san Pedro y a sus sucesores. La “cátedra” es la sede fija del Obispo, puesta en la iglesia madre de una diócesis, que por eso se llama "catedral", y es símbolo de la autoridad del Obispo y de la enseñanza evangélica que, en cuanto sucesor de los Apóstoles, está llamado a conservar y transmitir.
San Pedro, que fue elegido por Cristo como “roca” sobre la cual edificar la Iglesia (cfr. Mt 16,18), comenzó su ministerio en Jerusalén, después de la Ascensión del Señor y de Pentecostés. La primera “sede” de la Iglesia fue el Cenáculo, y es probable que en esa sala, donde también María, la Madre de Jesús, oró juntamente con los discípulos, a Pedro le tuvieran reservado un puesto especial.
Sucesivamente, la sede de Pedro fue Antioquía, ciudad situada a orillas del río Oronte, en Siria (hoy Turquía), en aquellos tiempos tercera metrópoli del imperio romano, después de Roma y Alejandría (en Egipto). De esa ciudad, evangelizada por san Bernabé y san Pablo, donde “por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de cristianos” (Hch 11, 26), san Pedro fue el primer Obispo.
Luego, la Providencia Divina llevó a san Pedro a Roma, centro del Imperio, símbolo de la tierra, desde donde cumplió el oficio encomendado por Cristo al servicio de todas las Iglesias particulares para la edificación y la unidad de todo el pueblo de Dios. Por eso, la sede de Roma fue reconocida como la del sucesor de Pedro, como lo atestiguan los más antiguos Padres de la Iglesia, entre ellos san Ireneo, Obispo de Lyon (ca. 130-202), quien decía: “Con esta Iglesia (de Roma), a causa de su origen más excelente, debe necesariamente estar de acuerdo toda la Iglesia, es decir, los fieles de todas partes” (Tratado contra las herejías, III, 3, 2-3).
Celebrar la "Cátedra" de san Pedro, significa, por tanto, reconocer que el Papa, en nombre de Cristo, nos guía por el camino que conduce a la vida eterna, como lo expresaba san Jerónimo (340-420): “Yo no sigo un primado diferente del de Cristo; por eso, me pongo en comunión… con la cátedra de Pedro. Sé que sobre esta piedra está edificada la Iglesia” (Cartas I, 15, 1-2).
Hace unos días, el Sucesor de San Pedro, el Papa Benedicto XVI comentó: “Como saben, he decidido renunciar al ministerio que el Señor me ha confiado el 19 de abril de 2005. Lo he hecho con plena libertad por el bien de la Iglesia, tras haber orado durante mucho tiempo y haber examinado mi conciencia ante Dios, muy consciente de la importancia de este acto, pero consciente al mismo tiempo de no estar ya en condiciones de desempeñar el ministerio petrino con la fuerza que éste requiere. Me sostiene y me ilumina la certeza de que la Iglesia es de Cristo, que no dejará de guiarla y cuidarla. Agradezco a todos el amor y la plegaria con que me han acompañado… Sigan rezando por mí, por la Iglesia, por el próximo Papa. El Señor nos guiará” (Audiencia 13 de febrero 2013).
Escuchando estas palabras del Sucesor de San Pedro, sigamos adelante, conscientes de que es Jesús, quien fundó la Iglesia, quien la conduce; y pidámosle que recompense al Papa Benedicto XVI su incondicional entrega; que nos ayude a hacer vida las enseñanzas que por su medio nos ha dado; y que conceda a su Iglesia un Sucesor de Pedro según su santa voluntad.