CATEQUESIS DE JESUCRISTO SOBRE CÓMO ENCONTRARSE CON ÉL (Jn.1,35-42)
En primer lugar, Dios toma la iniciativa y lleno de interés y de respeto nos llama para encontrarnos con él, como escuchamos en la primera lectura, al llamar con insistencia y delicadeza a Samuel; después San Pablo nos afirma que Dios continúa generosamente preparándonos para este encuentro, pues nos transforma en templos vivos del Espíritu Santo.
Como tales, con dignidad, con todo nuestro ser y querer, con toda nuestra persona, respondámosle con prontitud, como Samuel; realicemos este encuentro maravilloso con Jesucristo en esta Eucaristía; pues los mejor beneficiados seremos nosotros.
Jesucristo nos manifiesta en un ejemplo concreto e histórico de encuentro con sus discípulos; discípulos preparados por Juan el Bautista, la manera de cómo encontrarnos con Él: atraídos sorprendentemente por el Cordero de Dios, que manifiesta a Jesucristo muerto, resucitado y llevado al cielo, todo él en favor de todos los que aceptamos su invitación para encontrarnos y convivir con él: “vengan a ver”. Encuentro que implica un enriquecerse del mismo Dios y una donación de esta experiencia a los hermanos; pues los discípulos, y nosotros, al aceptar seguirlo y encontrarnos con Él, no es sólo un movimiento de nuestros pies, sino sobre todo, un movimiento de nuestro corazón, al corazón de Jesús (San Beda, Homilías sobre los Evangelios 1,21).
Encuentro con Jesús que nos está pidiendo encontrarnos con nuestros hermanos, de la manera como Cristo nos enseña a realizarlo con él: es decir, con respeto, delicadeza, adaptándonos a la situación concreta de nuestros hermanos; siempre por los caminos de la concordia, la solidaridad, la justicia, la paz y la libertad. Encuentro con Jesucristo que le da sentido a nuestra vida, a nuestra familia y a nuestra comunidad, y que necesariamente nos impulsa a comunicar este sentido, esta vida, a nuestros prójimos, a aquellos con los cuales convivimos, y nos mueven a compartir lo mejor de nosotros. Encuentro con Jesucristo que derrumba los muros y franquea las fronteras que el pecado levanta entre las comunidades, las familias y las generaciones, para hacer de todos los hombres una sola familia que se reconoce unida en el único Padre común, y que cultiva con su trabajo y respeto todo lo que Él nos ha dado en la creación.
Que la alegría que el Señor nos comunica en esta celebración eucarística, nos impulse a comunicarla a los nuestros, pero especialmente a los tristes, a los enfermos y a los alejados de nuestra comunidad.
† Felipe Padilla Cardona.