Con amistad y respeto

2013-03-21 L’Osservatore Romano
La «firme voluntad» de proseguir en el camino ecuménico y en la «promoción de la amistad y del respeto entre hombres y mujeres de diversas tradiciones religiosas»: así lo ha afirmado el Papa Francisco ante los representantes de las Iglesias y de las comunidades eclesiales, y de otras religiones, presentes en Roma por el inicio de su ministerio petrino.

La audiencia del miércoles 20 de marzo por la mañana —abierta con un saludo del patriarca ecuménico Bartolomé, a quien el Pontífice se dirigió luego llamándole significativamente «mi hermano Andrés»— ofreció al Santo Padre la ocasión para subrayar que la «plena realización» de la unidad entre los creyentes en Cristo depende no sólo «del plan de Dios» sino también «de nuestra leal colaboración». En esta perspectiva sigue siendo de gran actualidad la enseñanza conciliar, que no por casualidad el Papa Francisco ha querido mencionar al inicio del encuentro, resaltando también el valor del Año de la fe, querido por Benedicto XVI precisamente para «indicar el 50° aniversario del inicio del Concilio Vaticano II» y para proponer a los fieles «una especie de peregrinación hacia aquello que para todo cristiano representa lo esencial: la relación personal y transformadora con Jesucristo».

«Pidamos al Padre misericordioso —exhortó dirigiéndose a los representantes de las Iglesias y de las comunidades cristianas— vivir en plenitud la fe que recibimos como don el día de nuestro Bautismo, y dar un testimonio libre, alegre y valiente. Será este nuestro mejor servicio a la causa de la unidad entre los cristianos, un servicio de esperanza para un mundo marcado aún por divisiones, contrastes y rivalidades».

Un pensamiento especial dirigió el Pontífice a los judíos y a los musulmanes. E hizo un llamamiento a la responsabilidad común de las distintas religiones por la creación —«que debemos amar y custodiar», recordó— y respecto «a quien es más pobre, débil y sufre, para favorecer la justicia, promover la reconciliación y construir la paz».

Como conclusión, la invitación a «mantener viva en el mundo la sed de absoluto, no permitiendo que prevalezca una visión de la persona humana con una dimensión según la cual el hombre se reduce a aquello que produce y consume: ésta es una de las insidias más peligrosas para nuestro tiempo. Sabemos —recordó el Papa— cuánta violencia ha producido en la historia reciente el intento de eliminar a Dios y lo divino del horizonte de la humanidad».