UNO DE los cortesanos más famosos del rey Teodoberto II fue el conde Agnerico, tres de cuyos hijos estaban destinados a llegar a los altares. Eran éstos San Cagnoaldo de Laon, San Faro de Meaux y Santa Burgundófora, conocida en Francia con el nombre de Fara. San Columbano había bendecido a Burgundófora cuando era niña, una vez que fue huésped de Agnerico. Burgundófora decidió abrazar la vida religiosa, a pesar de la terrible oposición de su padre, quien quería casarla. Esta oposición hizo sufrir tanto a la joven, que perdió la salud, pero San Eustacio la curó de su prolongada enfermedad. Aunque el conde no se dio por vencido, Burgundófora consiguió finalmente ingresar en el convento. Al cabo de algún tiempo, los sentimientos del conde se transformaron de tal modo, que construyó un convento para su hija y lo dotó generosamente. A pesar de su juventud, Santa Burgundófora fue nombrada abadesa del nuevo convento, según la costumbre de la época, y lo gobernó hábil y santamente durante treinta y siete años. El convento, que abrazó la regla de San Columbano, se llamaba Evoriaco; pero después de la muerte de la santa tomó su nombre y con el tiempo llegó a ser la célebre abadía benedictina de Faremoutiers.
Butler Alban - Vida de los Santos