2013-04-05 Radio Vaticana
(RV).- El estupor del encuentro con Cristo fue el tema central de la breve homilía del Papa durante la Misa que presidió ayer por la mañana en la capilla de la Casa de Santa Marta donde reside, en la que participaron los empleados de la Tipografía vaticana. Al término de la celebración, como es su costumbre, Francisco se recogió en oración entre los últimos bancos de la capilla.
Teniendo en cuenta que las lecturas del Jueves de la Octava de Pascua nos hablan del estupor: el estupor de la gente por la curación del lisiado que realiza San Pedro en nombre de Cristo y el estupor de los discípulos frente a la aparición de Jesús resucitado, el Papa afirmó en su homilía:
“El estupor es una gracia grande, es la gracia que Dios nos da en el encuentro con Jesucristo. Es algo que hace que nosotros estemos un poco fuera de nosotros por la alegría… no es un mero entusiasmo”, como el de los partidarios cuando gana su equipo deportivo”, sino que es “algo más profundo”. Es experimentar el encuentro interior con Jesús vivo y pensar que no es posible: “Pero el Señor – dijo el Papa – nos hace comprender que es la realidad. ¡Es bellísimo!”.
“Quizá – prosiguió diciendo el Pontífice – es más común la experiencia contraria, aquella que la debilidad humana y también las enfermedades mentales, o el diablo, hacen creer que los fantasmas, las fantasías, sean la realidad: eso no es de Dios. De Dios es esta alegría tan grande que uno no lo puede creer. Y nosotros pensamos: ‘¡No, esto no es real!’. Esto es del Señor. Este estupor es el inicio del estado habitual del cristiano”.
Y observó que ciertamente “no podemos vivir siempre en el estupor. No, verdaderamente, no se puede. Pero es el inicio. Después, este estupor deja una huella en el alma y el consuelo espiritual”. Es el consuelo de quien ha encontrado a Jesucristo.
Por tanto, prosiguió el Santo Padre, después del estupor está el consuelo espiritual y al final, “último escalón”, está la paz. “Siempre, un cristiano – subrayó el Papa – incluso en las pruebas más dolorosas, no pierde la paz y la presencia de Jesús” y “con un poco de valor” puede rezar: “Señor, dame esta gracia que es la huella del encuentro contigo: el consuelo espiritual” y la paz. Una paz que no se puede perder porque “no es nuestra”, es del Señor: la verdadera paz “no se vende ni se compra. Es un don de Dios”, por tanto – concluyó Francisco – “pidamos la gracia del consuelo espiritual y de la paz espiritual, que comienza con este estupor de alegría en el encuentro con Jesucristo. Así sea”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).