UNA DE las víctimas de la persecución del rey Sapor II de Persia, fue un santo abad, cuyo nombre latinizado es Bademo. Era originario de Bethlapat y había fundado, cerca de la ciudad, un monasterio que él mismo gobernó con gran fama de santidad. Fue arrestado con otros siete monjes y condenado a ser golpeado diariamente; el resto del tiempo lo pasaba cargado de cadenas en un oscuro calabozo. Poco después, fue arrestado en la corte de Persia un cristiano llamado Nersano, porque se había negado a adorar al sol.
Nersano resistió valientemente al principio; pero la tortura le hizo Raquear y prometió cumplir la ley. Para probar su sinceridad, Sapor le pidió que ejecutase a Bademo, prometiéndole que si lo hacía, le devolvería todas sus posesiones y le restituiría a la corte. Nersano aceptó, tomó la espada y se dirigió a la celda de Bademo; pero al levantar la espada para descargar el golpe, el terror le paralizó el brazo. Bademo, que no había perdido la serenidad, le dijo, mirándole a los ojos: "Nersano, ¿a qué grado de maldad has llegado? No sólo has negado a Dios, sino que te ofreces a matar a sus servidores. Yo muero con gusto por Jesucristo, pero hubiese querido que fuese otro quien me matase." A pesar de ello, Nersano descargó el golpe, pero con mano tan trémula que hubo de asestarlo varias veces antes de infligirle una herida mortal.
Butler Alban - Vida de los Santos