VI Domingo de Pascua, ciclo C

CATEQUESIS DE JESUCRISTO SOBRE LA MANERA DE CÓMO AMAR A DIOS Y AL PROJIMO (Jn 14, 23-29)

Escrito por: S.E. Don Felipe Padilla Cardona

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
— «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que ustedes están oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien les enseñe todo y les recuerde todo lo que les he dicho.
La paz les dejo, mi paz les doy; no la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble su corazón ni se acobarde. Me han oído decir: “Me voy y volveré a ustedes”. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto, antes de que suceda, para que cuando suceda, entonces crean».

Jesús inicia esta maravillosa catequesis con sus discípulos, con el don de la paz: “la paz les dejo, mi paz les doy”: saludo y despedida ordinarios de los judíos que significan la voluntad firme de compartir la integridad del cuerpo y la plenitud de la vida (Lc. 1,79), que nos promete y nos cumplirá; ella, la paz es el don mesiánico por excelencia, pues siempre está ligada a la persona de Cristo y a su presencia entre nosotros. Y la manera para alcanzar esta integridad del cuerpo y la plenitud de la vida, es amando a Dios y a nuestros hermanos. Pero El mismo, nos da la fuerza para realizarlo: enviando junto con su Padre Dios al Espíritu Santo sobre nosotros. El nos capacitará, nos dará el poder de amar a Dios y a los hermanos, pues Dios por primero nos amó, o como el apóstol Pablo nos lo enseña de una manera más clara, cómo nos ha dado el poder amarlos: “el amor de Dios, ha sido derramado en nuestros corazones, por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom. 5,5). (San Agustín, Sermón 34, 1-3.5-6; 41, 424-426).

Amor de Dios que se inicia, crece y madura por la observancia fiel de la Palabra de Cristo. Palabra de Dios que se nos explicará e interpretará por este mismo Espíritu Santo, que nos manifestará la manera de vivirla y compartirla con nuestros hermanos. Este modo de vivir y de compartir el amor tiene sus obstáculos, por eso Jesucristo nos presenta de una manera sencilla, la manera de vivirla y testimoniarla: “si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que Yo”, es decir, Jesucristo maravillosamente nos enseña cómo vivió su amor a Dios su Padre y a nosotros: haciéndose hombre en todo semejante a nosotros, menos en el pecado, se humilló por amor nuestro, y su Padre Dios le responde glorificándolo. Y lo mismo hará Jesucristo si lo amamos con obras concretas en nuestros hermanos.

Glorificación que es la fuente de todos los bienes y bendiciones: Jesucristo “los prepara para que pueda hacérseles más llevadera su ausencia corporal, prometiéndoles que ésta será origen y fuente de grandes bienes para ellos. Porque mientras él no se ausentase y no viniese el Espíritu Santo, nada grande podían saber. Sigue por consecuencia: el Espíritu Santo Paráclito que el Padre enviará en mi nombre os enseñará todas las cosas e inspirará lo que yo dijere”. Promesas que Jesús hace y cumplirá en sus discípulos, y en aquellos que amen a Dios y a sus hermanos, viviendo como sus auténticos discípulos (San Juan Crisóstomo, Homilías al Evangelio de San Juan, 74).

Hermanos con auténtica humildad intentemos siempre amar a Dios. Y en esta experiencia continua y frecuente con Él, nos enseñará, nos animará a amar y a servir a nuestros hermanos, como verdaderos discípulos de su Hijo, Jesucristo.

† Felipe Padilla Cardona.