CUANDO San "Hilario tenía doce años, cayó en sus manos un ejemplar de las Epístolas de San Pablo y, al leerlas, concibió el deseo de servir a Dios en la soledad. Poco después, oyó leer en la iglesia el pasaje del Evangelio en que el Señor dice a los que quieran ser sus discípulos que deben abandonar a su padre y a su madre y estar dispuestos a dar su vida por El. Como no comprendiese exactamente el sentido de esas palabras, Hilario consultó a un hombre muy piadoso, quien vacilaba un poco en explicar ese consejo de perfección a un muchacho tan joven; pero Hilario insistió y acabó por persuadirle. Confirmado así en su decisión, Hilario abandonó su casa, que estaba en Toscana, cruzó los Apeninos y se estableció en una ermita de las riberas del Ronco. Poco después, se construyó una celda en la cima de una montaña de las cercanías. Poco a poco se reunieron en torno suyo algunos discípulos. Hilario construyó para ellos un monasterio en las tierras que le había regalado un noble de Ravena que se había convertido con toda su familia, cuando Hilario le libró de un mal espíritu. Dicho monasterio, al que el santo dio el nombre de Galeata, se llamó más tarde Sant'Ilaro. El santo no dejó reglas escritas, pero sus monjes continuaron la práctica de la forma de vida que él les había enseñado, y que consistía en el canto de las divinas alabanzas, la oración y el trabajo manual. Según cuenta la leyenda, el ángel guardián de San Hilario aparecía junto a él en todos los momentos de peligro, como sucedió cuando Teodorico amenazó con matarle y destruir el monasterio, porque el santo se había negado a pagarle tributo. El valor del santo impresionó tanto al conquistador que éste acabó por encomendarse a sus oraciones y regalarle algunas tierras para la abadía. San Hilario murió en 558, a los ochenta y dos años de edad. Sus restos fueron trasladados en 1495, siete años después de la ocupación de la abadía por los monjes
camaldulenses.
Alban Butler - Vida de los Santos