Ciudad del Vaticano, 29 mayo 2013 (VIS).-El misterio de la Iglesia será el tema del nuevo ciclo de catequesis del Papa Francisco durante la audiencia general de los miércoles.”Un misterio - ha dicho- que todos vivimos y del que formamos parte”. El Papa, que abordará este argumento a la luz de los textos del Concilio Vaticano II, ha elegido hoy hablar de la Iglesia como familia de Dios, partiendo de la parábola del hijo pródigo que ilustra cual es el proyecto de Dios para la humanidad.
A pesar de la fuerte lluvia que de improviso ha caído en Roma esta mañana, Francisco ha seguido su costumbre de recorrer en automóvil descubierto la Plaza de San Pedro saludando a las decenas de miles de personas presentes y, antes de empezar la catequesis, ha bromeado con ellas elogiando su aguante a pesar de la inclemencia del tiempo.
En la catequesis el Santo Padre ha explicado que el plan de Dios es “hacer de todos nosotros la única familia de sus hijos en la que cada uno sienta su cercanía y su amor... el calor de ser familia de Dios. En este gran diseño tiene su origen la Iglesia que no es una organización nacida del acuerdo entre varias personas, sino... una obra de Dios que nace de este amor y se realiza progresivamente en la historia”.
La Iglesia, ha explicado el pontífice “nace del deseo de Dios de llamar a todas las personas a la comunión con Él, a su amistad; todavía más a participar como hijos suyos de su misma vida divina. La misma palabra "Iglesia", del griego ekklesia, significa "convocación" : Dios nos convoca, nos empuja a salir del individualismo, de la tendencia a encerrarnos en nosotros mismos y nos llama a ser parte de su familia. Y esta llamada parte ya de la creación. Dios nos ha creado para que viviéramos en una relación de profunda amistad con él, e incluso cuando el pecado ha roto esta relación con Dios, con los demás y con la creación, no nos ha abandonado. Toda la historia de la salvación es la historia de Dios que busca al hombre, le ofrece su amor, lo acoge. Él llamó a Abraham para ser el padre de una multitud, ha elegido al pueblo de Israel para forjar una alianza que abraza a todas las naciones, y envió, en la plenitud de los tiempos, a su Hijo para que su designio de amor y de salvación se realizase en una nueva y eterna alianza con la humanidad”.
Cuando leemos los Evangelios, “vemos que Jesús reúne a su alrededor una pequeña comunidad que acoge su palabra, lo sigue, comparte su camino, se convierte en su familia, y con esta comunidad prepara y edifica su Iglesia”. Una Iglesia cuyo origen es “el acto supremo de amor en la Cruz, del costado traspasado de Jesús, del que brotan sangre y agua, símbolo de los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía. En la familia de Dios, y en la Iglesia, la linfa vital es el amor de Dios que se concreta en amarlo a El y en amar a los demás; a todos, sin distinción, ni medida. La Iglesia es una familia en la que se ama y se es amado”. Y esa Iglesia se manifiesta como en Pentecostés, “cuando el don del Espíritu Santo, llena el corazón de los Apóstoles y les empuja a salir y ponerse en camino para anunciar el Evangelio y difundir el amor de Dios”.
El Papa ha señalado que incluso hoy en día, “algunos dicen: "Cristo sí, la Iglesia no", como los que dicen: Yo creo en Dios, pero no en los curas. Pero es la Iglesia la que nos lleva a Cristo y a Dios: la Iglesia es la gran familia de los hijos de Dios. Por supuesto también tiene aspectos humanos y en los que la forman , pastores y fieles, hay defectos, imperfecciones y pecados; también el Papa tiene, y muchos; pero lo bonito es que cuando nos damos cuenta de ser pecadores encontramos la misericordia de Dios que perdona siempre, no os olvidéis nunca; nos perdona siempre y nos acoge en su amor de perdón y misericordia. Algunos dicen que el pecado es una ofensa a Dios pero también es una oportunidad de humillación para darnos cuenta de que hay algo mejor : la misericordia de Dios”.
“¿Cuánto amo a la Iglesia? ¿Rezo por ella? ¿Me siento parte de la familia de la Iglesia? ¿Qué hago para que sea una comunidad donde todos se sientan acogidos y comprendidos, sientan la misericordia y el amor de Dios que renueva la vida?”, ha invitado el pontífice a preguntarse a todos los presentes y ha añadido que “la fe es un don y un acto que nos afecta personalmente, pero Dios nos llama a vivir nuestra fe juntos, como una familia, como la Iglesia”.
“Pidamos al Señor de una manera especial en este Año de la Fe que nuestras comunidades, toda la Iglesia sean cada vez más verdaderas familias que viven el calor de Dios y lo transmiten a los demás”, ha concluido el Santo Padre.