I. Contemplamos la Palabra
I Lectura: Tobías 12, 1.5-15.20
“Bendecid a Dios y proclamad ante todos los vivientes los beneficios que os ha hecho, para que todos canten himnos en su honor. Manifestad a todos las obras del Señor como él se merece, y no seáis negligentes en darle gracias”.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 12,38-44
En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.» Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales.
Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»
II. Compartimos la Palabra
Es bueno bendecir a Dios.
Es un buen programa para cualquier predicador: bendecir a Dios y pregonar sus maravillas. Al igual que Tobías y su familia, hemos visto, estamos viendo las maravillas que Dios hace en todo momento, en todo lugar, aunque es posible que no seamos conscientes de ellas y necesitemos también un guía, un ángel que nos vaya desvelando las realidades que no vemos.
Puede también que esperemos un personaje extraordinario, una aparición espectacular, otro Arcángel Rafael que nos vaya llevando de la mano camino de la Verdad, perdiendo de vista a toda la inmensidad de tratados, libros, obras que otros “ángeles” anteriores han ido escribiendo, pintando, construyendo para servirnos de guía. ¿Por qué no abrimos los ojos, miramos y vemos?
Esta ha echado cuanto tenía para vivir
El fragmento que leemos hoy tiene dos partes bien diferenciadas. En la primera, Jesús, nos pone en guardia contra la tentación de aparentar, de hacer ver nuestra piedad con vestiduras o actitudes aparatosas, que son una manera de mostrarnos superiores en la vivencia de la religión, que no de la fe. El aviso de Jesús es claro: “No hagáis eso”.
Creemos engañar a Dios con un boato principesco. Sin embargo Dios no está en esa onda. No podemos engañarlo con apariencias; el mira nuestro interior, el ve nuestra absoluta desnudez por más que queramos ocultarla con vestiduras que terminan siendo extravagantes hasta para nosotros.
La segunda parte es más conocida, más pintoresca y, tal vez por eso, más fácil para que nos quedemos en la imagen superficial, sin llegar a los mensajes que encierra.
Ciertamente el más evidente de ellos es la distinción entre la calidad y la cantidad. Jesús hace notar la superioridad del valor de la limosna de la viuda sobre la de los ricos. En un tesoro que tiene por objeto socorrer a los necesitados, parece que es más beneficiosa la limosna de los ricos que la de la viuda. Dos céntimos no van a solucionar necesidad alguna.
Sin embargo, la viuda se ha puesto en manos de Dios al entregar todo lo que tenía para vivir, mientras los ricos, seguramente con dolor, se desprendían solamente de lo superfluo, de lo que no les hacía ninguna falta. No era la de los ricos una limosna “mala”, simplemente le faltaba el ingrediente de la generosidad para ser perfecta.
D. Félix García O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)