La difícil ciencia del amor

2013-06-08 L’Osservatore Romano
La “ciencia de la caricia” manifiesta dos pilares del amor: la cercanía y la ternura. Y “Jesús conoce bien esta ciencia”. Fue la afirmación del Papa Francisco al celebrar este viernes, 7 de junio, por la mañana, la misa de la solemnidad del Sacratísimo Corazón de Jesús en la capilla de la Domus Sanctae Marthae. Concelebraron, entre otros, el arzobispo Jean-Louis Bruguès, archivista y bibliotecario de Santa Romana Iglesia, y el obispo Sergio Pagano, prefecto del Archivo Secreto Vaticano, que acompañaban a un grupo de empleados de la institución.

Refiriéndose a las lecturas del día —tomadas del libro del profeta Ezequiel (34, 11-16), de la carta de san Pablo a los Romanos (5, 5-11) y del evangelio de Lucas (15, 3-7)—, el Pontífice definió la solemnidad del Sagrado Corazón como la “fiesta del amor”: Jesús “quiso mostrarnos su corazón como el corazón que tanto amó. Por ello hoy hacemos esta conmemoración. Sobre todo del amor de Dios. Dios nos ha amado, nos ha amado mucho. Pienso en lo que nos decía san Ignacio”; “nos indicó dos criterios sobre el amor. Primero: el amor se manifiesta más en las obras que en las palabras. Segundo: el amor está más en dar que en recibir”.

Son los dos criterios de los que “Pablo en la segunda lectura nos dice: Cuando nosotros estábamos aún sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos. Jesús nos amó no con las palabras, sino con las obras, con su vida. Y nos ha dado, nos ha donado sin recibir nada de nosotros. Estos dos criterios son como pilares del verdadero amor: las obras y darse”. Explicando el sentido de estos dos criterios, el Santo Padre observó que el darse de Jesús está bien representado por la figura del buen samaritano. “Hoy la liturgia nos hace ver el amor de Dios en la figura del pastor —dijo—. En el cántico responsorial hemos expresado ese hermoso salmo [22]: El Señor es mi pastor. El Señor se manifiesta a su pueblo también como pastor”.

Pero “¿el Señor cómo actúa de pastor?”, se preguntó el Pontífice. Y puntualizó: “El Señor nos dice muchas cosas, pero me detendré sólo en dos. La primera está en el libro de profeta Ezequiel: Yo mismo buscaré mi rebaño y lo cuidaré. Cuidar quiere decir que las conoce a todas, pero con su nombre. Cuidar. Y Jesús nos dice lo mismo: Yo conozco a mis ovejas. Es conocer una por una, con su nombre. Así nos conoce Dios: no nos conoce en grupo, sino uno a uno. Porque el amor no es un amor abstracto, o general para todos; es un amor por cada uno. Y así nos ama Dios”.

Todo esto se traduce en cercanía: “Dios se hizo cercano a nosotros —subrayó el Papa—. Recordemos esa bella cita del Deuteronomio, ese amoroso reproche: ¿Qué pueblo ha tenido a un Dios tan cercano como vosotros?”. Un Dios “que se hace cercano por amor —añadió— y camina con su pueblo. Y este caminar llega a un punto inimaginable: jamás se podría pensar que el Señor mismo se hace uno de nosotros y camina con nosotros, y permanece con nosotros, permanece en su Iglesia, se queda en la Eucaristía, se queda en su Palabra, se queda en los pobres y se queda con nosotros caminando. Esta es la cercanía. El pastor cercano a su rebaño, a sus ovejas, a las que conoce una por una”.

Reflexionando sobre la otra actitud del amor de Dios, el Pontífice recalcó que de ella habla “el profeta Ezequiel, pero también el Evangelio: Iré en busca de la oveja perdida y conduciré al ovil a la extraviada; vendaré a la herida; fortaleceré a la enferma; a la que esté fuerte y robusta la guardaré; la apacentaré con justicia. El Señor nos ama con ternura. El Señor sabe la bella ciencia de las caricias. La ternura de Dios: no nos ama de palabra; Él se aproxima y estándonos cerca nos da su amor con toda la ternura posible”. Cercanía y ternura son “las dos maneras del amor del Señor, que se hace cercano y da todo su amor también en las cosas más pequeñas con ternura”. Sin embargo se trata de un “amor fuerte”, “porque cercanía y ternura nos hacen ver la fuerza del amor de Dios”.

“También nuestro amor —lo dice el Señor ¿Amáis como yo os he amado?— debe hacerse cercano al prójimo y tierno como se hizo el del buen samaritano, o como el de la parábola que hoy la Iglesia nos presenta en el Evangelio”, añadió el Papa. “¿Pero nosotros cómo podemos restituir al Señor tantas cosas bellas, tanto amor, esta cercanía, esta ternura?”. Ciertamente “podemos decir: Sí, amándole, haciéndonos cercanos a Él, tiernos con Él. Sí, esto es verdad; pero no es lo más importante. Puede parecer una herejía, pero es la mayor verdad: ¡más difícil que amar a Dios es dejarse amar por Él! Es éste el modo de restituir a Él tanto amor: abrir el corazón y dejarse amar. Dejar que Él se haga cercano a nosotros, y sentirle cercano. Dejar que Él sea tierno, que nos acaricie”, indicó. Esto “es muy difícil —aclaró el Papa—: dejarse amar por Él. Y esto es tal vez lo que debemos pedir hoy en la misa: Señor, quiero amarte; pero enséñame la difícil ciencia, el difícil hábito de dejarme amar por ti, sentirte cercano y sentirte tierno”.