Entre estupor y memoria

2013-06-09 L’Osservatore Romano
La Palabra de Dios, la que sólo al escucharla “provoca estupor”, se ha de custodiar celosamente en lo profundo del corazón. Lo dijo el Papa Francisco el sábado 8 de junio, por la mañana, durante la misa celebrada en la capilla de la Domus Sanctae Marthae. El Pontífice, en la homilía, puso el acento precisamente en el estupor. Es lo que percibieron quienes escuchaban a Jesús –cuando tenía doce años– en el Templo ante los doctores que le interrogaban, como relata el Evangelio de Lucas (2, 41-51), igual que quedaron asombrados José y María al encontrar a Jesús, a quien buscaban desde hacía tres días: “Los doctores estaban llenos de asombro –indicó el Pontífice–, y José y María, al ver a Jesús, quedaron atónitos”. El primer efecto de la Palabra de Dios es, por lo tanto, el de asombrar, puesto que en ella volvemos a encontrar el sentido de lo divino, señaló el Santo Padre: “Y después nos da alegría. Pero el estupor es más que la alegría. Es un momento en el cual se siembra la Palabra de Dios en nuestro corazón”.

Sin embargo no se debe vivir el estupor sólo en el momento que lo suscita la Palabra: es algo que se ha de llevar consigo para toda la vida, “en una custodia”. Es necesario “custodiar la Palabra de Dios, y esto –puntualizó el Papa Francisco– lo dice el Evangelio: su madre custodiaba todas estas cosas en su corazón”. Custodiar la Palabra de Dios: es una expresión que –destacó además el Pontífice– en los relatos evangélicos se encuentra a menudo: también en la noche del nacimiento de Jesús, “después de la visita de los pastores”, María “estaba asombrada”.

El Papa Francisco reflexionó sobre el significado de “custodiar” la Palabra de Dios y se preguntó: “Yo recibo la Palabra, ¿luego tomo una botella, pongo la Palabra en la botella y la custodio?”. Custodiar la Palabra de Dios –respondió– “quiere decir abrir nuestro corazón” a la Palabra, “como la tierra se abre para recibir la semilla. La Palabra de Dios es semilla y se siembra. Y Jesús nos dijo lo que sucede con la semilla. Algunas caen a lo largo del camino, vienen los pájaros y las comen”. Esto sucede cuando no se custodia la Palabra. Significa que ciertos “corazones no saben recibirla”. Sucede también que otras semillas caen “en una tierra con muchas piedras y la semilla no logra echar raíces y muere”, es decir, cuando no somos capaces de custodiar porque no somos constantes; y cuando llega una tribulación nos olvidamos de ella.

“La Palabra cae también en tierra no preparada –agregó el Pontífice– donde hay espinas, y al final muere” porque “no se la custodia”. Pero, ¿qué son las espinas? Lo dice Jesús mismo: “El apego a las riquezas, los vicios, todas estas cosas. Custodiar la Palabra de Dios es recibirla en nuestro corazón”, repitió el Papa Francisco. Pero es necesario “preparar nuestro corazón para recibirla. Meditar siempre sobre lo que nos dice esta Palabra hoy, mirando lo que sucede en la vida”. Es lo que hizo María durante la huida a Egipto y en las bodas de Caná, cuando se preguntaba acerca del significado de esos acontecimientos. He aquí la tarea para los cristianos: acoger la Palabra de Dios y pensar qué significa hoy.

“Esto –apuntó el Obispo de Roma– es un trabajo espiritual grande. Juan Pablo ii decía que María tenía, por este trabajo, una fatiga especial en su corazón. Tenía el corazón fatigado. Pero esto no es una angustia, es un trabajo: buscar lo que significa esto en este momento; lo que me quiere decir el Señor en este momento”. En conclusión, leer “la vida con la Palabra de Dios: esto significa custodiar”. Pero significa también hacer memoria. “La memoria –dijo al respecto el Pontífice– es una custodia de la Palabra de Dios, nos ayuda a custodiarla, a recordar todo lo que el Señor ha hecho en mi vida, todas las maravillas de la salvación”.

El Papa planteó a los presentes: “¿Cómo custodiamos nosotros hoy la Palabra de Dios? ¿Cómo conservamos este estupor” para que los pájaros no coman las “semillas” y los vicios “no las asfixien?”. Y volvió a proponer que nos hará bien preguntárnoslo, precisamente a la luz de los hechos que suceden en la vida, exhortando luego a custodiar la Palabra “con nuestra memoria”, y también a “custodiarla con nuestra esperanza”. “Pidamos al Señor –concluyó el Papa Francisco– la gracia de recibir la Palabra de Dios y custodiarla, y también la gracia de tener un corazón fatigado en esta custodia”.