No ES asunto fácil desenmarañar las narraciones legendarias y, en muchos casos, contradictorias, de este Albano, tal como han llegado hasta nosotros. Se dice que fue un sacerdote griego o albanés, que viajó con San Urso desde la isla de Naxos hasta Milán, en los días en que San Ambrosio se hallaba en la etapa más amarga de su lucha contra los arríanos. (Parece que no hay fundamento que sostenga la tradición en que se hace figurar a Urso y Albano como compañeros de los santos Theomnesto, Taba y Tabrata, martirizados en Altino, cerca de Venecia). El gran arzobispo recibió a los dos viajeros con su acostumbrada cortesía y, luego de comprobar sus sólidas creencias ortodoxas, los alentó a proceder como paladines de la fe en las tierras cristianas m ás allá de los Alpes, en las Galias o en Alemania. Ambos se mostraron bien dispuestos y emprendieron la marcha; pero San Urso fue asesinado en el Val d'Aosta, en las estribaciones de los Alpes. Entonces Albano continuó solo hasta llegar a Mainz. Ahí estableció su residencia y secundó hábilmente al obispo San Áureo en su lucha contra la herejía. Pero un día, mientras se hallaba en el poblado de Hunum, fue atacado y decapitado, bien por algunos de sus enemigos arríanos o, más probablemente, por los vándalos, en una de sus incursiones. La fecha de su muerte no se ha podido establecer, pero sin duda ocurrió antes del año 451, cuando Mainz fue destruida por los bárbaros. Los católicos lo consideran como un mártir de la fe y hubo varias iglesias dedicadas a él.
En una inscripción en verso que data del siglo noveno y se encuentra en torno a una antigua pintura del santo, en Mainz, se dice que Albano "procedía de tierras distantes" y que llegó a Mainz durante el reinado del emperador Honorio, cuando era obispo San Áureo; que luchó valientemente contra los herejes y que fue decapitado por ellos. La inscripción agrega que, tras la ejecución, San Albano recogió su cabeza cortada y la trasportó hasta el lugar donde fue sepultado. Respecto a esta última afirmación, conviene indicar que, con mucha frecuencia, los pintores de la época solían representar a los mártires que murieron decapitados, de pie y con su propia cabeza en las manos o entre los brazos. La inscripción es interesante, puesto que muestra la tradición que se aceptaba en Mainz unos cuatrocientos años después de la muerte del santo. Cuando la ciudad fue reconstruida, en el último cuarto del siglo quinto, las reliquias de San Albano fueron trasladadas de su tumba, situada fuera de los muros de la antigua Mainz, a una colina que llevaba el nombre de Mons Martis o Mons Martyrum, pero que posteriormente se llamó Albansberg. Hacia fines del siglo octavo, se edificó ahí una abadía de benedictinos que llegó a ser muy famosa.
Alban Butler - Vida de los Santos