2013-06-20 Radio Vaticana
(RV).- Para rezar el Padrenuestro debemos tener el corazón en paz con nuestros hermanos. Lo afirmó esta mañana el Papa Francisco en su homilía de la misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. El Papa subrayó que nosotros creemos en un Dios que es Padre, que está “muy cercano” a nosotros, que no es anónimo, que no es “un Dios cósmico”.
En esta misa, concelebrada con el Cardenal Zenon Grocholewski, participó un grupo de colaboradores de la Congregación para la educación católica y otro de colaboradores de los Museos Vaticanos.
La oración no es magia, sino encomendarse al abrazo del Padre. Francisco centró su homilía en la oración del Padrenuestro que Jesús enseñó a los discípulos, tal como lo narra el Evangelio de hoy. Y dijo que Jesús nos da inmediatamente un consejo en la oración, a saber, “no derrochar palabras, no hacer rumor”, “el rumor de carácter mundano, los rumores de la vanidad”. Y advirtió que la “oración no es una cosa mágica, no se hace magia con la oración”.
Alguien, prosiguió diciendo el Obispo de Roma, me dice que cuando uno va a ver a un “brujo” éste le dice tantas palabras para curarlo. Pero ese es un “pagano”. A nosotros, Jesús nos enseña que “no debemos ir a Él con tantas palabras”, porque “Él sabe todo”. Y añadió: la primera palabra es “Padre”, ésta “es la clave de la oración”. “Sin decir, sin sentir esta palabra – advirtió el Pontífice – no se puede rezar”:
“¿A quién rezo? ¿A Dios Omnipotente? Demasiado lejano. Ah, esto yo no lo siento. Ni siquiera Jesús lo sentía. ¿A quién rezo? ¿Al Dios cósmico? Un poco habitual, en estos días, ¿no?... rezar al Dios cósmico, ¿no? Esta modalidad politeísta que llega con esta cultura “Light”… ¡Tú debes rezar al Padre! Padre es una palabra fuerte. Tú debes rezar al que te ha generado, al que te ha dado la vida. No a todos: a todos es demasiado anónimo. A ti. A mí. Y también al que te acompaña en tu camino: al que conoce toda tu vida. Todo: aquel que es bueno, aquel que no es tan bueno. Conoce todo. Si nosotros no comenzamos la oración con esta palabra, no dicha por los labios, sino dicha de corazón, no podemos rezar “en” cristiano”.
“Padre, reafirmó el Papa, es una palabra fuerte” pero “abre las puertas”. En el momento del sacrificio, dijo el Papa, Isaac se da cuenta de que “algo no iba”, porque “faltaba la ovejita”, pero se fía de su padre y “su preocupación” la “dejó en el corazón de su padre”. Y añadió: “Padre” es la palabra que ha pensado decir “aquel hijo” que se fue con la herencia “y después quería volver a su casa”. Y aquel padre “lo ve llegar y sale corriendo a su encuentro”, “se le tira al cuello”, “para caer sobre él con amor”. “Padre, he pecado”: es ésta, reafirmó Francisco, “la clave de toda oración, sentirse amados por un Padre”:
“Tenemos un Padre. Cercanísimo, ¡eh!, que nos abraza… Todos estos afanes, todas estas preocupaciones que nosotros podemos tener, dejémoselos al Padre: Él sabe de qué cosa tenemos necesidad. Pero, Padre, ¿qué? ¿Padre mío? No: ¡Padre nuestro! Porque yo no soy hijo único, ninguno de nosotros, y si yo no puedo ser hermano, difícilmente podré llegar a ser hijo de este Padre, porque es un Padre de todos. Mío, seguramente, pero también de los demás, de mis hermanos. Y si yo no estoy en paz con mis hermanos, no puedo decirle ‘Padre’ a Él”.
De este modo, añadió el Papa, se explica el hecho de Jesús, después de habernos enseñado el Padrenuestro, subraye que se nosotros no perdonamos a los demás, ni siquiera el Padre perdonará nuestras culpas. “Es tan difícil perdonar a los demás –constató Francisco – es verdaderamente difícil, porque nosotros siempre tenemos ese pesar dentro”. Pensemos: “Me la hiciste, espera un poco… para volver a darle el favor que me había hecho”:
“Eh no, no se pude rezar con enemigos en el corazón, con hermanos y enemigos en el corazón: no se puede rezar. Esto es difícil: sí, es difícil, no es fácil. ‘Padre, yo no pudo decir Padre, no me sale’. Es verdad: esto yo lo entiendo. ‘No puedo decir nuestro, porque este me ha hecho esto, y aquello y… ¡no se puede!’ ‘Estos deben ir al infierno, ¿no?, ¡no son de los míos!’. Es verdad, no es fácil. Pero Jesús nos ha prometido al Espíritu Santo: es Él quien nos enseña, desde dentro, del corazón, como decir ‘Padre’ y como decir ‘nuestro’. Pidamos hoy al Espíritu Santo que nos enseñe a decir ‘Padre’ y a decir ‘nuestro’, haciendo la paz con todos nuestros enemigos”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).