HUBO un ilustre patricio romano llamado Galicano y posiblemente gran benefactor de la Iglesia, a mediados del siglo cuarto. Sin embargo, no murió martirizado, como lo afirma el Martirologio Romano. Todas las posibilidades indican que se trata del Galicano que era cónsul en Símaco por el año de 330. En el Líber Pontificalis se ha conservado un registro de la generosidad con que Galicano favoreció a la iglesia de San Pedro, San Pablo y San Juan Bautista, que Constantino había construido en Ostia. Entre sus donativos, figuraba una corona de plata, con delfines labrados, que pesaba poco más de ochenta kilos, y un cáliz de plata, con bajo-relieves, que alcanzaba a pesar unos cincuenta y cinco kilos. También dotó a la iglesia con cuatro extensos terrenos. Esto es todo lo que se encuentra registrado sobre el patricio romano llamado Gallico. A pesar de la extensión inusitada del artículo dedicado a él en el Martirologio Romano, se puede afirmar que sus "actas" son espurias: fueron compiladas en épocas muy posteriores y abundan en anacronismos e incoherencias. Según esas "actas", Galicano era un gran general que,en los días de Constantino, derrotó primero a los persas y luego a los escitas, con dos triunfales campañas. Mientras se desarrollaba la segunda expedición, se convirtió al cristianismo y fue bauti- zado por los santos hermanos Juan y Pablo.
A su regreso a Roma, Galicano abandonó la ciudad y se estableció en Ostia. Ahí construyó una iglesia, dio libertad a sus esclavos y amplió su casa para instalar en ella una hospedería para los peregrinos cristianos. En todas sus buenas obras, le asistía un amigo y compañero, llamado Hilarino. "Su fama, dice el escrito, se extendió por todo el mundo y llegaban las gentes, desde el oriente y el occidente, para ver al que había sido patricio, cónsul y amigo del emperador, que ahora se arrodillaba a lavar los pies de los peregrinos, que les servía a la mesa. Vertía el agua en sus manos, cuidaba a los enfermos y, en todo, daba el ejemplo de virtudes sublimes". Se supone que las piadosas actividades de Ga- licano terminaron cuando ascendió al trono Juliano el Apóstata, quien le puso en la alternativa de ofrecer sacrificios a los dioses o partir al exilio. El santo prefirió el destierro y se retiró a Egipto para unirse a un grupo de ermitaños. Sin embargo, hasta allá le alcanzó la persecución: murió decapitado y su amigo Hilarino fue azotado hasta morir.
Alban Butler - Vida de los Santos