El, AÑO 340 se desató sobre la cristiandad, en Persia, una de las persecuciones más violentas de que la historia conserve memoria. En el año décimo quinto de dicha persecución, Barhadbesaba, diácono de la ciudad de Arbela, fue arrestado y torturado en el potro por orden de Sapor Tamsapor, gobernador de Adiabene. Durante la tortura, los verdugos le gritaban constantemente: "Adora al fuego y al agua, bebe la sangre de las bestias y te pondremos en libertad". Pero el diácono respondía: "Ni vosotros ni vuestro rey, ni todas las torturas del mundo conseguirán separarme del amor de Jesús, a quien he servido exclusivamente desde la infancia hasta mi ancianidad." El tirano le condenó entonces a morir decapitado y ordenó a un apóstata cristiano llamado Aggai que ejecutase la sentencia. Barhadbesaba, que estaba atado, esperaba con gozo el momento en que iria a reunirse con los ángeles; pero Aggai temblaba de tal modo, que no acertaba a levantar el arma. Después de descargar siete veces la espada sobre el mártir, sin conseguir cortarle la cabeza, hundió el arma en su corazón. El juez mandó ocultar el cadáver del mártir, pero dos clérigos consiguieron robarlo durante la noche y le dieron sepultura.
Alban Butler - Vida de los Santos