MACRINA ERA la mayor de los diez hijos de San Basilio el Mayor* y Santa Ernelia. Nació en Cesárea de Capadocia, hacia el año 330 y su madre la educó con particular esmero, la enseñó a leer y vigilaba cuidadosamente sus lecturas. El libro de La Sabiduría y los Salmos de David eran las obras predilectas de Macrina, quien no descuidaba por ello los deberes domésticos y los trabajos de hilado y costura. A los doce años fue prometida en matrimonio, pero su prometido murió súbitamente y Macrina se negó a aceptar a ninguno de los olios pretendientes para dedicarse a ayudar a su madre en la educación de sus hermanos y hermanas menores. San Basilio el Grande, San Pedro de Subastea, San Gregorio de Nissa y los otros hermanos de Macrina, aprendieron «le ella el desprecio del mundo, el temor a la riqueza y el amor a la oración V la palabra de Dios. Según se dice, San Basilio volvió muy envanecido de sus estudios, y su hermana le enseñó a ser humilde. Por otra parte, Macrina lúe "el padre y la madre, el guía, el maestro y el consejero" de su hermano menor, San Pedro de Sebástea, pues San Basilio el Mayor, murió poco después del nacimiento de su último hijo. A la muerte de su padre, San Basilio estableció a su madre y a su hermana Macrina en una casa a orillas del río Iris; lux dos santas mujeres se entregaron ahí a la práctica de la ascética con otras compañeras.
A la muerte de Santa Emelia, Macrina repartió entre los pobres su herencia y vivió del trabajo de sus manos. Su hermano Basilio murió a principios del año 379, y Macrina cayó gravemente enferma nueve meses después. Cuando San Gregorio de Nissa llegó a visitarla después de nueve años de ausencia, la encontró en un lecho de tablas. El santo quedó muy consolado al ver el gozo con que su hermana soportaba la tribulación y muy impresionado del fervor con que se preparaba para la muerte. Santa Macrina exhaló el último suspiro en un transporte de gozo al atardecer. Era tan pobre, que para amortajar el cadaver no se encontró más que un vestido viejo y una tela muy burda; pero San Gregório regaló con ese fin una túnica de lino. El obispo del lugar, llamado Aituixio, dos sacerdotes y el propio San Gregorio, transportaron el féretro y, iliniinle la procesión funeraria, se cantaron los salmos; pero la afluencia de la multitud y las lamentaciones del pueblo, especialmente de algunas mujeres, perturbaron mucho la ceremonia.
En un diálogo sobre el alma y la resurrección y en un panegírico dedicado al monje Olimpio, San Gregorio dejó trazada la biografía de su hermana Macrina, con muchos detalles sobre su virtud, su vida y su entierro. En el panegírico mencionado, el santo habla de dos milagros: el primero de ellos fue que Santa Macrina recobró la salud cuando su madre trazó sobre ella la señal de la cruz; en el segundo caso, la santa curó de una enfermedad de los ojos a la hijita de un militar. San Gregorio añade: "Creo que no es necesario que repita aquí todas las maravillas que cuentan los que vivieron con ella y la conocieron íntimamente .. . Por increíbles que parezcan esos milagros, puedo asegurar que los consideran como tales quienes han tenido ocasión de estudiarlos a fondo. Sólo los hombres carnales se rehusan a creerlos y los consideran imposibles. Así pues, para evitar que los incrédulos sean castigados por negarse a aceptar la realidad de esos dones de Dios, he preferido abstenerme de repetir aquí esas maravillas sublimes . .." Este comentario confirma, una vez más, el dicho de que sólo un santo puede escribir la vida de otro santo.
Alban Butler - Vida de los Santos