2013-07-26 L’Osservatore Romano
Desde el abrazo del buen Samaritano al hombre golpeado por el camino de Jericó, al abrazo de san Francisco al leproso. Desde el abrazo de Juan Pablo II al niño enfermo de sida durante el viaje de 1987 a Estados Unidos, hasta el abrazo que el Papa Francisco, el miércoles 24 por la tarde, estrechó a un ex toxicómano ingresado en el hospital de Río de Janeiro. Para expresar, en la continuidad de los gestos, aquello que hace de la historia de la Iglesia una historia de salvación y de esperanza.
Debemos aprender a abrazar a quien sufre: este fue el mensaje clave del Pontífice en Brasil, en una jornada que inició caracterizada por la devoción mariana y concluyó entre las llagas de las nuevas pobrezas del hombre. El miércoles 24, por la mañana, el Papa Francisco visitó, en efecto, el santuario nacional brasileño dedicado a Nuestra Señora Aparecida donde, en la celebración de su primera misa pública en el curso de este viaje, consagró su pontificado a la Virgen. Y poco antes había dedicado a la Virgen uno de los dos tuits del día: «Jóvenes, no lo olvidemos nunca: la Virgen María es nuestra Madre y, contando con su ayuda, podemos permanecer fieles a Jesucristo». El segundo, en cambio, lo reservó al recuerdo del Papa Wojtyła: «Agradezco al beato Juan Pablo II la JMJ y tantas vocaciones surgidas en sus 28 ediciones».
En la homilía de la misa el Santo Padre sintetizó en tres puntos —así como hace con frecuencia en la línea de la espiritualidad ignaciana— la enseñanza sacada de las lecturas elegidas para la celebración de la misa: «Quisiera señalar tres sencillas actitudes: mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría». Luego explicó el sentido cristiano de cada una de ellas. Por último, el acto de consagración a la Virgen antes de despedirse de los fieles, no sin saludar y bendecir incluso a cuantos se vieron obligados a permanecer en el exterior del santuario desafiando la inclemencia del tiempo. Es más, precisamente al dirigirse a ellos el Papa anunció su deseo de volver a Aparecida en 2017, cuando se celebrará el 300° aniversario del hallazgo de la estatua de la Virgen negra.
La tarde concluyó con su paso por el hospital de Río dedicado a san Francisco de Asís, donde el Pontífice se entretuvo largamente con los enfermos allí ingresados —toxicómanos en su mayor parte— e invitó luego a redescubrir el valor cristiano del abrazo y de la solidaridad.