Entre los pasillos, jardines y edificios de una universidad se puede ver de todo, desde las estrafalarias formas de vestir, hasta los más agitados contestatarios, pasando por las parejas de enamorados. En medio de este micro-cosmos de jóvenes hay dos que no pasan desapercibidos. Él estudia ingeniería en tercero y ella comunicación en primero. Se casaron pronto porque se querían demasiado y la cigüeña no tardó en tocar a la puerta. ¡Y claro!, como no tenían quién les ayudara con el bebé, han decidido llevárselo a la universidad. ¡Qué genialidad! Dependiendo del programa se turnan al pequeño y en los descansos se reencuentran los esposos, junto con un titipuchal de amigos, sobre todo de amigas, pues les encanta turnarse al pequeñín para cargarlo y abrazarlo. Eso sí, a la madre le dejan el cambio de pañales. ¿Y cuando ambos tienen clases, qué hacen? Pues lo meten a escuchar las lecciones, que varias de ellas resultan tan eficaces para arrullar al niño. Hay profesores que no toleran un bebé en el salón, pero otros sí, y lo hacen con afecto. Es una pareja admirada porque no es fácil aguantar el ritmo, pero la juventud da la fuerza para eso y más. Alguno propuso incluir guardería en las universidades, como ya se hace en las Iglesias. Lo maravilloso es que ni ella dejó de estudiar, ni ellos evitaron que este rubiales viniera al mundo.
El bebé universitario
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