ALBERTO DETRAPANI, llamado también Alberto de Sicilia, nació en la población siciliana de Trapani. Se dice que sus padres, Benito Adalberti y Juana de Palizze, no habían tenido hijos en muchos años de matrimonio y prometieron que, si el cielo les concedía uno, le consagrarían a Nuestra Señora del Carmen. Como quiera que haya sido, el joven Alberto ingresó en el Carmelo. Después de su ordenación, fue enviado al convento de Messina, donde predicó con gran éxito, sobre todo entre los judíos. A las mortificaciones de regla, añadía muchas austeridades voluntarias, entre otras, la de rezar todas las noches antes de acostarse, de rodillas ante un crucifijo, el salterio entero. Por desgracia, la biografía del santo data de mucho después de su muerte, de suerte que éste y otros detalles no están probados. El biógrafo de San Alberto cuenta que, cuando el rey de Napóles puso sitio a Messina, los habitantes estaban a punto de morir de hambre y, por otra parte, Federico III de Sicilia concibió la idea de poner fuego a la ciudad para evitar que cayese en manos del enemigo. Entonces, los habitantes acudieron a San Alberto y, a su intercesión, atribuyeron la llegada de varios navios cargados de víveres que habían logrado romper el sitio.
San Alberto hizo una peregrinación a Palestina, la cuna de su orden y ahí sus milagros le hicieron tan famoso como en su patria. Esto es, cuando menos, lo que cuenta su biógrafo; pero está probado que el santo no fue nunca II Tierra Santa y es posible que los milagros sean también apócrifos. San Alberto pasó los últimos años de su vida en una ermita de las cercanías de Messina. Trescientos años después, cuando Santa María Magdalena de Pazzi se sintió tentada a abandonar la comunidad carmelita de Florencia y retornar al mundo, imploró la intercesión de San Alberto en el cielo: el santo la libró de esa tentación y se le apareció para confirmarla en su buen propósito. San Alberto no luí sido nunca canonizado formalmente, pero su culto fue aprobado en 1476.
Alban Butler - Vida de los Santos