2013-08-12 Radio Vaticana
(RV).- “De la historia de este templo podemos sacar lecciones para nuestra vida cristiana. ¡Cuántas personas lo habrán visitado para encontrarse con el Señor! Sus piedras son testigos silenciosos de tantos como han entrado en Él para abrir su corazón a Dios, pedirle perdón, suplicarle favores, alabarlo y bendecirlos por todo el amor que cada día nos manifiesta. Recojamos lo mejor de esa herencia espiritual y continuemos elevando nuestros corazones al cielo en esta casa, que es la de Dios y la de todos los que forman la gran familia diocesana.” El Papa Francisco ha escrito un mensaje con ocasión del Jubileo por los 200 años de la finalización de los trabajos de la Catedral Metropolitana de la capital mexicana, que se celebra el próximo 15 de agosto, en la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, patrona precisamente de la Catedral. (RC-RV)
Texto del mensaje del Papa Francisco en el 200 aniversario de la construcción de la Catedral de Ciudad de México
Al Señor Cardenal Norberto Rivera Carrera
Arzobispo de México
Querido Hermano,
Con tu carta del 4 del presente mes has tenido la bondad de indicarme que el próximo día 15 de agosto, solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María a la gloria del Cielo, se iniciarán las celebraciones para conmemorar el doscientos aniversario del fin de la construcción de la Catedral de esa Arquidiócesis Primada de México.
En esta significativa circunstancia, a través de tus buenos oficios, deseo hacer llegar, a cuantos se gozan con esta efeméride, mi saludo cordial y la seguridad de que me uniré a todos los pastores y fieles de esa Iglesia particular en la acción de gracias a Dios por los dones recibidos. Esta conmemoración es ocasión para mirar al pasado, robustecer el presente y vislumbrar el futuro.De la historia de este templo podemos sacar lecciones para nuestra vida cristiana. ¡Cuántas personas lo habrán visitado para encontrarse con el Señor! Sus piedras son testigos silenciosos de tantos como han entrado en él para abrir su corazón a Dios, pedirle perdón, suplicarle favores, alabarlo y bendecirlos por todo el amor que cada día nos manifiesta. Recojamos lo mejor de esa herencia espiritual y continuemos elevando nuestros corazones al cielo en esta casa, que es la de Dios y la de todos los que forman la gran familia diocesana.
Pero no se trata sólo de volver la vista atrás. Una oportunidad como ésta ha de convertirse en un fuerte estímulo espiritual para asumir con alegría la gran tarea que todo bautizado tiene hoy de ser discípulo y misionero de Jesucristo. En la Catedral, corazón de la diócesis, el Obispo lleva a cabo la acción más venerada y santa que se puede realizar: la Eucaristía, memorial de la Muerte, Pasión y Resurrección de Nuestro Señor. Participemos en ella con devoción, y saquemos de la Mesa del Señor fuerzas para dar testimonio por doquier del amor que Dios nos tiene, en cualquier ambiente donde nos encontremos y con todos los que nos rodeen, en especial los más desfavorecidos.Asumamos también el reto de mirar al futuro con esperanza. ¡Que nadie nos robe la esperanza! Alimentémosla, en cambio, viniendo al primer templo diocesano. La Palabra de Vida que resuena en la Catedral Primada de México ha de prolongarse en el porvenir, ha de arraigar en el corazón de los niños, de los adolescentes y jóvenes. Ellos son una ventana abierta a la ilusión y al entusiasmo. A ellos hemos de darles lo mejor que tenemos: a Cristo, Salvador y Amigo que nunca falla. Esto compete, ante todo, a los padres y madres de familia, que tienen en la educación cristiana de sus hijos el mayor de sus cometidos, del cual no pueden cansarse, y que han de llevarlo a cabo no sólo contando con sus energías sino, sobre todo, apoyados en la oración.
Encomiendo todos estos buenos deseos al materno amparo de Nuestra Señora de Guadalupe, nuestra Madre del cielo. Que Ella sea para toda la Arquidiócesis de México brújula y estrella que conduzca a Cristo, fruto de su vientre. Que Ella custodie con su protección y mantenga fieles en el camino de la santidad a todos los sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas y fieles de esa comunidad arquidiocesana.Querido Hermano, te pido, por favor, que reces y hagas rezar por mí en esa Catedral. Mucho lo necesito.
Con estos sentimientos, imparto de corazón la Bendición Apostólica, prenda de copiosos favores divinos.Fraternalmente,
Francisco