He venido a traer fuego a la tierra: XX Domingo del Tiempo Ordinario ciclo C

de Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo Auxiliar de Puebla y Secretario General de la CEM

Jesús está de parte nuestra, no cabe duda. Por eso ha venido de parte de Dios para salvarnos[1], trayendo fuego a la tierra. Ese fuego que ilumina, que purifica, que da vida y calor[2]. Ese fuego que nos comunica con su amor apasionado, hasta dar la vida por nosotros. Ese fuego, que es el Espíritu Santo, la persona del amor, que nos libera del pecado y nos hace hijos de Dios, partícipes de su vida plena y eterna[3].

Pero ¿qué pasa cuando éste fuego ilumina, purifica, da vida y calor? Que las cosas no pueden permanecer igual. Ya no podemos seguir viviendo en la oscuridad, la escoria, el letargo y el frío del pecado, en sus diversas formas: egoísmo, relativismo, mediocridad, indiferencia, injusticia, utilitarismo, rencor y venganza.

Por eso Jesús advierte que no ha venido a traer la paz sino la división. Meditando estas palabras, san Ambrosio explica que esa división que enfrentará a tres contra dos en una familia, se refiere a los cinco sentidos que entrarán en combate en el interior de cada uno de nosotros, porque con el fuego del Espíritu Santo, la persona que se dejaba arrastrar por la irracionalidad del pecado, se hará “racional”[4].

Y quien se vuelve racional, no puede cometer ni permitir que se cometa una injusticia. Escucha la voz de Jesús y lo sigue por el camino del amor[5]. Un amor que nos impulsa a decir y actuar según la verdad, con caridad, valentía y solidaridad, aunque esto nos haga incómodos para algunos, como sucedió a Jeremías, a quien los jefes del pueblo tenían prisionero injustamente, y ante lo cual, Ebed-Mélek protestó valientemente: “no está bien lo que hicieron con Jeremías”[6].

“Llevar el Evangelio –nos dice el Papa Francisco– es llevar la fuerza de Dios para arrancar y arrasar el mal y la violencia; para destruir y demoler las barreras del egoísmo, la intolerancia y el odio; para edificar un mundo nuevo”[7]. ¡Cuántos lo han hecho así! Fray Antonio de Montesinos (1475-1540), Fray Bartolomé de las Casas (1474-1566), Francisco de Vitoria (ca. 1483-1546) y Fray Julián Garcés (1452-1542), defensores de los indígenas.

San José de Calasanz (1557-1648), fundador de los escolapios y de la primera escuela pública popular gratuita de Europa. La beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Misioneras de la Caridad, quien sirvió por más de 45 años a pobres, enfermos, huérfanos y moribundos. Es más, el desarrollo moderno de la asistencia a los pobres y enfermos, “se basó en la cultura social medieval impregnada por el espíritu del cristianismo”[8], como afirma el cardenal Walter Kasper (1933- ).

“Rodeados, como estamos, por la multitud de antepasados nuestros, que dieron prueba de su fe, dejemos todo lo que nos estorba –exclama san Pablo– librémonos del pecado que nos ata, para correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante, fija la mirada en Jesús, autor y consumador de nuestra fe” [9]. Así, aunque tengamos que sortear toda clase de tentaciones y problemas, podemos vencer.

Somos hijos de Dios, que todo lo puede. Cristo está con nosotros. Su Espíritu nos guía y acompaña. Somos parte de una gran familia, la Iglesia ¡Triunfemos, derrotando toda tentación y mal con el poder fascinante del amor!

[1] Cfr. Sal 39.

[2] Cfr. SAN CIRILO, in Cat. graec. Patr. En algunas ocasiones.

[3] Catecismo de la Iglesia Católica, 696.

[4] SAN AMBROSIO, citado en SANTO TOMÁS DE AQUINO, Catena Aurea, 10249.

[5] Cfr. Aclamación: Jn 10,27.

[6] Cfr. 1ª Lectura: Jr 38, 4-6.8-10.

[7] Homilía en la Misa para la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud, 28 de julio de 2013, n 3.

[8] La misericordia, clave del Evangelio y de la vida cristiana, Ed. Sal Terrae, España, 2012, p. 23.

[9] Cfr. 2ª Lectura: Hb 12,1-4.

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