SAN FÉLIX era un santo sacerdote romano, tan feliz en su vida y sus virtudes como lo indica su nombre. Fue arrestado al comienzo de la persecución de Diocleciano. Después de soportar con gran constancia la tortura, fue condenado a morir decapitado. Cuando se dirigía al sitio de la ejecución, se cruzó con un forastero cristiano, el cual se sintió tan conmovido al ver al santo correr gozosamente a la gloria del martirio, que exclamó en voz alta: "Yo profeso la misma fe que ese hombre. También yo confieso el nombre de Jesucristo. También yo quiero morir por su causa". Al oír esto, los magistrados le mandaron arrestar, y ambos mártires fueron decapitados juntos. Como los cristianos ignoraban el nombre del forastero, le llamaron "Adaucto", es decir, "Añadido", porque se había unido a Félix en el martirio.
La historia, muy embellecida por la leyenda, proviene de la siguiente inscripción del Papa San Dámaso: "¡Feliz de ti, que con tanta razón y verdad te llamabas Félix, porque, con fe invencible y total desprecio del mundo, confesaste a Cristo y buscaste el Reino de los Cielos! Admirad también, hermanos, la preciosísima fe que llevó victoriosamente a Adaucto al cielo." El sacerdote Vero, por orden de su superior Dámaso, restauró la tumba y adornó el santuario de los mártires. San Félix y San Adaucto fueron sepultados en el cementerio de Comodila, en la Vía Ostiense. En 1905, se descubrieron los restos de una iglesia sobre su sepulcro.
Alban Butler - Vida de los Santos