2013-09-03 L’Osservatore Romano
Nos encontramos en el camino justo si intentamos convertirnos en personas que “descienden” para servir, llevando la gratuidad de Dios al mundo. Lo afirmó Benedicto XVI en la misa que celebró el domingo por la mañana, 1 de septiembre, en la capilla de Santa María Madre de la Familia, en el palacio de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, con ocasión del tradicional seminario estival de sus ex alumnos, el llamado Ratzinger Schülerkreis. El encuentro de los estudiantes de Joseph Ratzinger se desarrolló, como de costumbre, en Castelgandolfo: este año, en cambio, Benedicto XVI no ha tomado parte en los trabajos. La 38º edición se ha dedicado a la “cuestión de Dios en el marco de la secularización” a la luz de la producción filosófica y teológica de Rémi Brague, filósofo e historiador francés reconocido con el Premio Ratzinger 2012 de teología.
Cada uno en la vida quiere encontrar su buen puesto: ¿pero cuál es verdaderamente el puesto justo? La homilía de Ratzinger fue, en el fondo, una respuesta a esta pregunta a partir del Evangelio dominical, en el que Jesús invita precisamente a elegir el último puesto: “Un puesto que puede parecer muy bueno, puede revelarse un puesto muy malo”, dijo; sucede así que “los primeros” han sido depuestos e improvisamente han pasado a ser “últimos”. También durante la Última Cena los discípulos disputan por los puestos mejores: Jesús se presenta en cambio como aquél que sirve. “Nacido en el establo” y “muerto en la Cruz” —afirmó Benedicto XVI— “nos dice que el puesto justo es el cercano a Él, el puesto según su medida”. Y el apóstol, en cuanto envidado de Cristo, “es el último en la opinión del mundo”, pero precisamente por esto es cercano a Jesús.