NACIÓ EN Troyes, la ciudad de la Champagne, en el año de 827,y gracias a sus fervientes plegarias, Dios le concedió la conversión de su padre, que hasta entonces había llevado una vida mundana y desordenada. Poco después de su arrepentimiento murió el padre de Maura, y ésta continuó su vida de siempre, sujeta por la obediencia más estricta a su madre, Sedulia. La devoción, la humildad y la paciencia de la joven fueron el ejemplo de toda la familia y el medio de santificación para su hermano Eutropio, quien llegó a ser el venerable obispo de Troyes. La doncella consagraba todo su tiempo a la oración, la práctica de la obediencia en las atenciones a su madre, de la caridad en el servicio a los pobres, o bien a su trabajo, que consistía en servir a los necesitados y a la Iglesia. Si establecer orden en lo que hacemos conduce el alma a Dios, de acuerdo con la observación de San Agustín, hay que señalar que Maura reglamentaba la distribución de su tiempo en todas sus acciones. Se pasaba prácticamente la mañana entera en la iglesia, en actos de adoración a Dios, de oración al divino Redentor y de meditación en su Pasión y su muerte. Ayunaba cada miércoles y cada viernes, sin probar otro alimento que el pan y el agua; a veces, en aquellos días de penitencia, caminaba descalza hasta el monasterio de Montenay, a dos leguas de la ciudad, para entregar los secretos de su alma al santo abad del lugar. Es difícil explicar el respeto profundo, casi doloroso, que le penetraba al espíritu cuando oía la palabra del Señor, y era tan grande la sensibilidad de su alma ante la devoción que, aún no se había arrodillado a orar, cuando las lágrimas manaban en abundancia de sus ojos. Dios obró maravillas en favor suyo, pero ella se impuso el deber de ocultar Sus beneficios, porque temía el aplauso y la admiración del mundo. En los últimos momentos de su vida, murmuró el Padre Nuestro y murió al pronunciar las palabras: "Venga a nos tu reino", cuando acababa de cumplir los veintitrés años de edad.
Alban. Butler - Vida de los Santos