2013-09-26 L’Osservatore Romano
Las divisiones, las incomprensiones, los conflictos, las habladurías representan “heridas” en la unidad de la Iglesia. Y ésta “es una época en la que todos tenemos necesidad de unidad, tenemos necesidad de reconciliación, de comunión”. Lo dijo el Papa en su catequesis en la audiencia general del miércoles 25 de septiembre, en la plaza de San Pedro.
“Allí donde vamos, también en la más pequeña parroquia, en el ángulo más perdido de la tierra -recordó el Pontífice- está la única Iglesia; nosotros estamos en casa, estamos en familia, estamos entre hermanos y hermanas”. Y es “triste hallar una Iglesia 'privatizada'”, añadió, refiriéndose a cuantos, con egoísmo, se cierran en su restringido círculo de “amigos”, en su “pequeño grupo” exclusivo sin pensar en los demás, en particular en los muchos cristianos que sufren en diversas partes del mundo. Y dirigió provocadoramente una pregunta a los fieles reunidos en la plaza: “¿Cuántos de vosotros rezan por los cristianos que son perseguidos?”. Es importante -comentó- “mirar fuera del proprio recinto, sentirse Iglesia, única familia de Dios”.
Entonces el Papa propuso las actitudes justas para seguir a Cristo: “Humildad, dulzura, magnanimidad, amor”. Estos, añadió, “son los caminos, los verdaderos caminos de la Iglesia. Oigámoslos una vez más. Humildad contra la vanidad, contra la soberbia”; y sobre todo “amor para conservar la unidad”. Porque la verdadera riqueza de la Iglesia -subrayó- es “lo que une, no lo que divide”.
Finalmente el Santo Padre volvió a proponer otro de los temas sobre los cuales insiste a menudo: el daño que las habladurías hacen “a la Iglesia, a las parroquias, a las comunidades”. Las habladurías “¡hacen daño! Las habladurías hieren. Un cristiano -dijo en uno de los numerosos momentos de la catequesis en que habló espontáneamente- antes de parlotear debe morderse la lengua... ¡Esto nos hará bien!”.