SIMÓN, CONDE de Crépy, en la región de Valois, estaba emparentado con Matilde, la esposa de Guillermo el Conquistador, y se educó en la corte de ese rey. Gozaba de la confianza y los favores de Guillermo, quien le llevó consigo a las campañas contra Felipe I de Francia para arrojarlo de las tierras de Normandía. Se dice que al término de aquella guerra, el padre de Simón murió en la localidad de Montdidier y éste se propuso transportar el cadáver hasta las tierras de Crépy para sepultarlo; y sucedió que en el largo trayecto el cuerpo del conde entró en descomposición y su hijo, después de velarlo toda la noche en solitaria meditación sobre lo transitorio de esta vida, sepultó los restos en el campo y regresó a la corte decidido a hacerse monje. Asimismo se afirma que acabó por convencer a su prometida, la hija de Hildeberto, conde de Auvernia, para que ingresara si un convento y así, un buen día, los dos novios huyeron juntos de la corte, pero no para casarse, como lo pensaban todos los cortesanos, sino para entregarse a la vida del clauslro. el joven quedó n buen resguardo con las monjas, pero cuando Simón se dirigía a otro monasterio para hacer lo propio, fue alcanzado por los enviados del rey, quienes le llevaron de nuevo a la corte. Ahí Guillermo el Conquistador le reveló al noble joven que deseaba casarlo con su propia hija Adela. Simón no se atrevió a rechazar directamente los ofrecimientos de su real benefactor, pero trató de demorar la boda y partió en viaje a Roma con el pretexto de averiguar en la Santa Sede si su proyectado matrimonio era legal, en vista de que la hija del rey era su pariente. Pero ni siquiera llegó a la mitad del camino, porque a su arribo a la ciudad de Condat, en el Jura, se hospedó en la abadía de Saint-Claud, ahí tomó el hábito y no lo abandonó jamás.
Lo mismo que a muchos otros monjes pertenecientes a la nobleza, los superiores y los familiares de Simón insistieron para que emplease su influencia en arreglar discordias y restablecer los derechos. San Hugo de Cluny le envió ante el rey de Francia para que recuperase unas tierras que habían sido quitadas al monasterio y, asimismo, intervino activamente para obtener la reconciliación entre Guillermo el Conquistador y sus hijos. Cuando el Papa San Gregorio VII, en conflicto con el emperador, decidió concertar un acuerdo con Roberto Guiscard y sus normandos que ocupaban parte del territorio de Italia, mandó llamar a San Simón para que le ayudase en las negociaciones. Estas concluyeron felizmente en la ciudad de Aquino, en 1080 y, desde entonces, el Papa conservó a su lado a Simón. Este murió en Roma y recibió los últimos sacramentos de manos del propio San Gregorio.
Alban Butler - Vida de los Santos