San Paulino

Date: 
Domingo, Octubre 10, 2021

EL NOMBRE de San Paulino figura en el Martirologio Romano y en los martirologios ingleses. Fue el primer apóstol del reino más poderoso de Inglaterra en su época. Había ido a dicho país como miembro del segundo grupo de misioneros enviados por el Papa San Gregorio I. Cuando el rey de Nortumbría, Edwino, solicitó la mano de Etelburga, la hermana del rey Edbaldo de Kent, prometió respetar la religión de su prometida, San Paulino partió con ella a Nortumbría para encargarse de la nueva misión. El año 625, San Justo, arzobispo de Canterbury, le consagró obispo.

San Paulino sufría atrozmente en medio de aquel pueblo que no conocía a Dios. Su predicación no tuvo éxito al principio, pero Dios escuchó finalmente sus oraciones. El rey Edwino se convirtió en la forma en que lo explicaremos en el artículo a él consagrado (12 de octubre), y fue bautizado en York por San Paulino, en la Pascua del año 627.Los dos hijos del primer matrimonio del monarca, así como otros muchos nobles, siguieron el ejemplo de Edwino. La multitud se apretujaba para recibir el bautismo de manos de San Paulino, a orillas del río Swale, en las cercanías de Catterick. Edwino residía en Yeavering, del Glendale y San Paulino solía bautizar en esa región con el agua del río Glen. En una ocasión pasó ahí treinta y seis días, para impartir instrucción y bautizar al pueblo de día y de noche. El nombre de San Paulino está relacionado con los de las poblaciones de Dewsbury, Easingwold y algunas más. El campo de apostolado del santo fue, sobre todo, el sur de Nortumbría. Cruzó el río Humbert y evangelizó también a los habitantes de Lindsey, donde bautizó al gobernador de Lincoln y construyó una iglesia. Después de la muerte de San Justo, consagró a San Honorio arzobispo de Canterbury. Asistido por su diácono, Jaime, bautizó a numerosas personas en el río Trent, cerca de Littleborough, según contó a San Beda el abad Deda, que fue uno de los que se bautizaron en esa ocasión. El mismo abad refirió a Beda que Paulino era "un hombre alto, un tanto encorvado, de cabello blanco, rostro alargado y nariz aguileña, cuya presencia inspiraba veneración y respeto."

El Papa Honorio I envió el palio a San Paulino para designarle metropolitano del norte de Inglaterra. El mismo Pontífice escribió al rey Edwino para felicitarle por su conversión: "Hemos enviado palios de metropolitanos a Honorio y Paulino, de suerte que cuando plazca a Dios llamar a sí a uno de ellos, el otro estará autorizado, en virtud de esta carta, a nombrarle un sucesor." Sin embargo, San Paulino jamás usó el palio en su catedral y, cuando la carta de Honorio I llegó a Inglaterra, Edwino ya había muerto. En efecto, casi dos años antes de que el Pontífice la escribiese (lo cual demuestra lo difíciles que eran entonces las comunicaciones), los paganos mercianos, encabezados por Penda y reforzados por los bretones cristianos de Gales, invadieron la Nortumbría y dieron muerte a Edwino. Los invasores destruyeron en gran parte la obra de San Paulino. El santo dejó entonces la diócesis de York a cargo del diácono Jaime y acompañó a Kent a la reina Santa Etelburga, con sus dos hijos y su nieto, en su viaje por mar. Como la sede de Rochester estaba entonces vacante, San Paulino aceptó la invitación para encargarse de administrarla y así lo hizo durante diez años, "hasta que voló al cielo, cargado con el fruto de sus trabajos". Probablemente tenía por lo menos sesenta años cuando partió de York con Santa Etelburga y hubiera sido una temeridad volver a Nortumbría, que estaba entonces en el mayor desorden. San Beda refiere que el fiel Jaime, su vicario, era un hombre de gran santidad, que instruyó y bautizó a muchas personas "y arrancó muchas presas al viejo enemigo de la naturaleza humana". Cuando se restableció la paz en York, Jaime "introdujo en la iglesia el canto romano." San Paulino murió en Rochester, el 10 de octubre de 644; legó su palio a la catedral y una cruz de oro y un cáliz, que había traído de York, a la iglesia de Cristo de Canterbury. Varias diócesis inglesas celebran su fiesta.

Alban Butler - Vida de los Santos