DESPUÉS de que Coenwalh, rey de los sajones del oeste de Inglaterra, recibió el bautismo en la corte de Anna, rey de Anglia oriental, y fue restaurado al trono, llegó a Wessex cierto obispo llamado Agilberto. Era franco de origen, pero había vivido en Irlanda, consagrado al estudio, Coenwalh, impresionado por el celo y el saber de Agilberto, le pidió que se quedase como obispo en la región. Agilberto aceptó la proposición y en su cargo dio muestras de un celo misional infatigable. Hallándose en Nortumbría, ordenó sacerdote a San Wilfrido. Por entonces, se tomó la decisión de reunir un sínodo en Whitby para poner término a la oposición entre las costumbres romanas y las célticas. El santo asistió y fue ahí, prácticamente, el paladín de la causa romana, de suerte que el rey Oswy le nombró para que respondiese a los argumentos del opositor, San Coimano de Lindisfarne/ Agilberto pidió que San Wilfrido respondiese por él, "porque es capaz de expresar nuestra opinión en mejor inglés que si yo me sirviese de un intérprete".
La dificultad de la lengua había constituido ya en otras ocasiones un obstáculo para San Agilberto. Cuando el santo llevaba ya varios años de obispo en Inglaterra, el rey Coenwalh quien, según dice Beda, "sólo entendía la lengua de los sajones", se cansó del idioma bárbaro del obispo, dividió su reino en dos diócesis y nombró a un tal Wino como obispo de la región en que estaba situada Winchester, la capital. Agilberto se molestó mucho de que el monarca hubiese procedido así, sin consultarle y renunció al gobierno de su sede. Inmediatamente volvió a Francia donde el año 668 fue elegido obispo de París. Entre tanto, Wino había conseguido que le nombrasen obispo de Londres mediante tratos simoníacos. Entonces Coenwalh, viendo de nuevo sin obispo la diócesis de Wessex, escribió a San Agilberto para que volviese. El santo replicó que no podía abandonar su nueva diócesis y dejar a sus ovejas sin pastor, pero envió a su sobrino Eleuterio, "a quien juzgaba digno de gobernar una diócesis". Eleuterio fue consagrado por San Teodoro de Canterbury. Por su parte, San Agilberto consagró en París a San Wilfrido, según lo referiremos en el artículo consagrado a este último santo. San Agilberto murió antes del año 691.
Alban Butler - Vida de los Santos