Cuarenta días que culminan en la gran fiesta de la Resurrección de Cristo
La Iglesia inicia el tiempo de Cuaresma, cuarenta días que culminan en la gran fiesta de la Resurrección de Cristo
No hay Cuaresma sin Pascua, ni Pascua sin Cuaresma. Así resumía el diácono permanente Josep Urdeix el año pasado, en una intervención radiofónica, el itinerario central del calendario cristiano: la Cuaresma, la Semana Santa y la Pascua de Resurrección. Este año el tiempo de Cuaresma empieza el 17 de febrero de 2010, miércoles de ceniza, un día en que el mensaje del texto evangélico (Mateo 6, 1-18) se refiere a la limosna, al ayuno y la plegaria que son, por otra parte, los tres pilares de estos cuarenta días. Pero el llamamiento a los cristianos es, sobre todo, no hacer las cosas para que nos vean, sino obrar con discreción, vida interior e intimidad. El primer día del tiempo cuaresmal, al final de las celebraciones eucarísticas, el sacerdote impone a cada persona un poco de ceniza haciendo la señal de la cruz sobre la frente, y recuerda normalmente esta frase: “¡Conviértete y cree en el Evangelio!”.
Y es que la Cuaresma es el tiempo en que la Iglesia de Jesucristo intensifica su llamamiento a la conversión personal de todos los creyentes. Recuerda los cuarenta días que Jesús, antes de sufrir la crucifixión, pasó ayunando en el desierto superando tentaciones y llenándose con mucha vida interior y reflexión. Actualmente, existe un precepto de ayuno, con una única comida fuerte y sin comida entre horas, para el miércoles de ceniza y también el viernes Santo. Por otra parte, se establece una abstinencia de carne el mismo miércoles de ceniza y todos los viernes hasta el viernes Santo. Estos gestos, sin embargo, no se piden para que los cristianos los sigan como una obligación, sino como un signo de comunión y de unión con la persona de Jesús. Más allá de eso, la Iglesia no quiere tampoco que nos quedemos con estas formas de vivir la Cuaresma. Quiere que vayamos más allá, con propósitos de rogar más y hacer mejores obras. Por ejemplo, sustituir la abstinencia de carne por una buena mariscada en un restaurante de lujo, como se hacía institucionalmente en tiempos del franquismo en España, no es vivir cristianamente este tiempo.
La Cuaresma, que se acaba el domingo de Ramos (este año el 28 de marzo de 2010), es también preparación para el gozo de la Pascua. Por lo tanto, no es un tiempo de tristeza, sino de contemplación. Una buena opción para vivir estos días es participar regularmente en plegarias comunitarias y atender también la individual, así como leer textos bíblicos y especialmente el evangelio. Ciertamente, es una lástima que, en nuestro país, quiera olvidarse la Cuaresma mientras se anuncia de manera reiterada el inicio del Ramadán de los musulmanes, cada año más presente en casa nuestra. Respeto por otras confesiones no cristianas, sí; pero sin dejar que se olvide la nuestra, la católica.
La penitencia es la otra gran palabra que suena durante la Cuaresma. Es simplemente el llamamiento que todos los creyentes recibimos de reencontrarnos con Dios, mediante el sacramento de la reconciliación, la celebración comunitaria de la penitencia y también gestos de hermandad con los demás, entre ellos también la petición de perdón y la purificación de la memoria que tantas veces ha pedido el Papa Juan Pablo II. Todo da paso a la Semana Santa, que empieza el domingo de Ramos, con el recuerdo y la vivencia de la entrada triunfante de Jesús en Jerusalén antes de la pasión, y se acaba el domingo de Pascua, la fiesta más importante para los cristianos. Es tan importante que no se celebra sólo un día, sino cincuenta. Durante la Semana Santa, también celebramos la institución de la Eucaristía y el amor fraterno, el jueves Santo, y la pasión y muerte de Jesús en la cruz con una intensa plegaria universal, en este caso el viernes Santo. En definitiva, nos encontramos un año más ante la mejor oportunidad de conocer las raíces y el sentido de nuestra fe.