Lecturas del martes, 28ª semana del tiempo ordinario, ciclo C

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Mar, 2013-10-15

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro del Eclesiástico 15,1-6:

El que teme al Señor obrará así, observando la ley, alcanzará la sabiduría. Ella le saldrá al encuentro como una madre y lo recibirá como la esposa de la juventud; lo alimentará con pan de sensatez y le dará a beber agua de prudencia; apoyado en ella no vacilará y confiado en ella no fracasará; lo ensalzará sobre sus compañeros, para que abra la boca en la asamblea; lo llena de sabiduría e inteligencia, lo cubre con vestidos de gloria; alcanzará gozo y alegría, le dará un nombre perdurable.

Sal 88,2-3.6-7.8-9.16-17.18-19 R/. Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad. R/.

El cielo proclama tus maravillas, Señor,
y tu fidelidad, en la asamblea de los ángeles.
¿Quién sobre las nubes se compara a Dios?
¿Quién como el Señor entre los seres divinos? R/.

Dios es temible en el consejo de los ángeles,
es grande y terrible para toda su corte.
Señor de los ejércitos, ¿quién como tú?
El poder y la fidelidad te rodean. R/.

Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,25-30:

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

II. Compartimos la Palabra

En el libro del Eclesiástico se nos habla de algunas de las virtudes y cualidades que adornaron a Teresa de Jesús a quien hoy celebramos. Observando la voluntad de Dios se llega a la sabiduría que, adquirida, cambia toda la persona y la transforma. Brillará entonces por su sensatez y, sobre todo, por su prudencia.

En el Evangelio, vemos de nuevo la predilección de Dios por la belleza de lo sencillo, por los ingenuos y los pacíficos. Así se muestra él en Jesús, con un corazón humilde y paciente, manso y acogedor de cuantos pudieran encontrarse cansados o extraviados.

Jesús y el Padre

“Te doy gracias, Padre”. Te bendigo, Padre… Y emplea cinco veces la palabra “Padre” en este pequeño fragmento evangélico. La filiación le rezuma por todos los poros de su persona. Y, junto a la bendición, el motivo, el objeto: los pequeños, los que no cuentan, y, no obstante, son los depositarios de los misterios de su Padre. Lo son por su sencillez, por la limpieza del corazón y la apertura a lo divino. Porque la revelación no es exclusiva de ellos, sino universal. Lo que es exclusivo es la apertura, la sencillez, la confianza y, como consecuencia, la fe.
Hay sabios y entendidos que, sin embargo, carecen de esa sencillez y esa apertura. Como si no necesitaran a Dios, porque les bastara lo que saben; como si prescindieran de Dios y vivieran felices con su propio poder. Pero, también hay sabios y entendidos sencillos, creyentes y limpios de corazón, que confían en Dios, se apoyan en él, y su apertura les hace acreedores a los misterios divinos. Dios quiere que todos, sabios, entendidos y sencillos lleguemos al conocimiento de la verdad y obremos en consecuencia, hasta llegar a la Verdad que es la que nos puede salvar a todos.

Jesús y nosotros

Jesús, al bendecir al Padre, bendice a la gente sencilla, a nosotros. Y, al bendecirnos, nos defiende de los humanamente fuertes, los sabios y entendidos, y nos anima no sólo a no prescindir de él, sino a acudir a él. “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados”, todos los que, por la razón que sea, sufrís. Venid, nos viene a decir Jesús, no para descansar en la inmovilidad “vacacional”, sino para ayudarnos a superar el cansancio, el agobio y sigamos caminando, y para que lo hagamos sabiendo hacia dónde vamos y la razón de nuestro caminar.

“Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. Él nos enseñará a ser más humanos, más sencillos, llevando una vida más digna. Jesús y su seguimiento nunca complican la vida. Nos liberan de mil ataduras para poder llevar una vida más simple, más sencilla, en la que nos sea más fácil limpiar el corazón, haciéndolo manso y humilde como el suyo, como el de Santa Teresa.

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino