Más allá de la esclavitud de la ganancia a toda costa

2013-10-17 L’Osservatore Romano
No es tolerable el “escándalo” del hambre en un mundo en el que un tercio de la producción alimentaria “no está disponible a causa de pérdidas y derroches cada vez mayores”. La denuncia llega del Papa Francisco, quien, en un mensaje enviado al director general de la FAO, José Graziano da Silva, con ocasión de la Jornada mundial de la alimentación, invoca un cambio de mentalidad frente a la tragedia “en la que viven todavía millones de personas hambrientas y malnutridas, entre ellas muchos niños”. Una tragedia que para el Pontífice no hay que afrontarla según la lógica ocasional de la emergencia, sino como “un problema que interpela nuestra conciencia personal y social” y exige “una solución justa y duradera”.

Por esto el obispo de Roma pide superar actitudes de indiferencia o acostumbramiento y “abatir con decisión las barreras del individualismo, del encerrarse en sí mismos, de la esclavitud de la ganancia a toda costa”, para “repensar y renovar nuestros sistemas alimentarios”. Hay que derrotar, en particular, “la lógica de la explotación salvaje de la creación” —dice el mensaje que leyó el observador permanente de la Santa Sede ante la FAO, el arzobispo Luigi Travaglino, en el curso de la ceremonia del miércoles 16 de octubre por la mañana en la sede de la organización en Roma— a través del “compromiso de cultivar y cuidar el medio ambiente y sus recursos, para garantizar la seguridad alimentaria y avanzar hacia una alimentación suficiente y sana para todos”.

Recordando que “nuestros padres nos educaban en el valor de lo que recibimos y tenemos, considerado como un don precioso de Dios”, el Papa Francisco exhorta a todos a un serio examen de conciencia “sobre la necesidad de cambiar realmente nuestro estilo de vida” alimentario, marcado con demasiada frecuencia “por el consumismo, el desperdicio y el despilfarro de alimentos”. Y vuelve a poner en guardia contra las consecuencias de la «cultura del descarte», que sacrifica “hombres y mujeres a los ídolos de las ganancias y del consumo”, y de la «globalización de la indiferencia», que “nos va «acostumbrando» lentamente al sufrimiento de los otros, como si fuera algo normal”. El problema del hambre, en sustancia, no es sólo económico o científico, sino también y sobre todo ético y antropológico. “Educar en la solidaridad —advierte de ahí el Pontífice— significa entonces educarnos en la humanidad” y comprometerse para edificar una sociedad que tenga “siempre en el centro a la persona y su dignidad”.