Lecturas del jueves, 30ª semana del tiempo ordinario, ciclo C

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Jue, 2013-10-31

I. Contemplamos la Palabra

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 31b – 39

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros? ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?, como dice la Escritura: «Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza.» Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Sal 108,21-22.26-27.30-31 R/. Sálvame, Señor, por tu bondad

Tú, Señor, trátame bien, por tu nombre,
líbrame con la ternura de tu bondad;
que yo soy un pobre desvalido,
y llevo dentro el corazón traspasado. R/.

Socórreme, Señor, Dios mío,
sálvame por tu bondad.
Reconozcan que aquí está tu mano,
que eres tú, Señor, quien lo ha hecho. R/.

Yo daré gracias al Señor con voz potente,
lo alabaré en medio de la multitud:
porque se puso a la derecha del pobre,
para salvar su vida de los jueces. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 13, 31-35

En aquella ocasión, se acercaron unos fariseos a decirle: «Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte.»
Él contestó: «ld a decirle a ese zorro: "Hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; pasado mañana llego a mi término." Pero hoy y mañana y pasado tengo que caminar, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca reúne a sus pollitos bajo las alas! Pero no habéis querido. Vuestra casa se os quedará vacía. Os digo que no me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: "Bendito el que viene en nombre del Señor."»

II. Oramos con la Palabra

SEÑOR, yo soy ese Herodes que planea tu muerte, y esa Jerusalén, a la que tanto amas y tan poco reconoce y agradece tus desvelos por ella. Pero confío en tu misericordia: perdóname y ayúdame a aceptarte como lo único bueno. Que no ponga nunca impedimentos a tu acción en mi vida. ¡Bendito tú, que vienes a mí!

Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 publicado por EDIBESA.

III. Compartimos la Palabra

Nada ni nadie nos puede separar del amor de Cristo

Más allá del tono retórico de esta conocida página paulina, es de agradecer el entusiasmo con el que el apóstol canta el amor de Dios visualizado en la muerte y resurrección de Cristo Jesús. Si Dios nos ha amado, y nos ama, hasta la frontera de lo impensable, entregando a su Hijo a la muerte por nosotros, continuará manifestándonos su amor fiel y salvador en toda nuestra historia y en la aventura de fe que personalmente cada uno viva. El creyente puede vivir tranquilo pues no pesa sobre él condena alguna. Es más, el ofendido, nuestro Padre Dios, no nos acusa, y su Hijo Jesús es nuestra mejor defensa. El esfuerzo de la criatura se supone y se estimula, pero con la apoyatura de que no ha lugar al fracaso: nos avala el amor de Cristo Jesús.

No cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén

El poderoso Herodes ve amenazado su poder por la cercana presencia del Galileo, el antipoder por excelencia, y a éste le sugieren que se vaya de Galilea, lejos de su alcance.

Jesús responde que no está dispuesto a cortar su tarea liberadora ni a admitir su supremacía, por mucho que le presionen los fariseos. Está en Jerusalén, estación terminal de su camino ascensional, y centro de la morada de Dios para el judío; ésta lleva vocación de paz en su mismo nombre, y, a pesar de todo, por su terquedad y sordera al mensaje de Dios se torna en ciudad asesina de todo aquel que dice salvación a favor de los hijos de Dios. Jesús convierte Jerusalén en la mejor parábola de la vieja religión vacía de amor y de Dios, pero que da cobertura a la nueva religión, en espíritu y verdad, porque Jesús de Nazaret se vació del todo en su entrega para que los buscadores de Dios vivieran plenos de sentido. Cuando Jesús de Nazaret sea reconocido como Mesías aprenderán, Jerusalén y el pueblo judío, cuan estimulante es la misericordia y el cariño de un Dios que es Padre.

Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)