de Enrique Díaz Díaz
Obispo Auxiliar de San Cristóbal de las Casas
San Alberto Magno, San Leopoldo.
Sabiduría 13,1-9: “Si pudieron investigar el universo, ¿cómo no descubrieron a su creador?”
Salmo 18: “Los cielos proclaman la gloria de Dios”.
Lucas 17,26-37: “Lo mismo sucederá el día en que el Hijo del hombre se manifieste”
Encontré hace días a una señora atribulada. Se había esforzado por hacer unos pequeños pero vistosos arreglos a la casa para que no pareciera tan descuidada: un adorno por aquí, un detalle por allá, unas flores para que alegraran un poco el ambiente. Sin embargo, al llegar su esposo, cansado y preocupado, apenas dijo unas cuantas palabras, tomó su café y se encerró en su cuarto. ¡No se dio cuenta de todos los cambios!
Hoy al escuchar las lecturas de este día, me parece que nosotros hacemos lo mismo. Estamos tan apurados por el trabajo, por los quehaceres, por nuestros problemas, que no podemos ver más allá. Cristo se lo recuerda a los hombres de su tiempo, y nos lo recuerda a nosotros mismos, haciéndoles ver que lo mismo sucedía en los tiempos de Noé y en los tiempos de Lot: “los hombres comían y bebían, compraban y vendían, sembraban y construían… y no se dieron cuenta cuando llegaba el día del Señor”.
Estamos tan abrumados de trabajo y de preocupaciones que podemos descuidar lo más importante. No tenemos tiempo para mirar y descubrir esos “pequeños” detalles que son lo más importante de la vida: el amor a la familia, la relación con los demás, el amor de Dios. Estamos tan ocupados que pareciera que tenemos una venda en los ojos.
Hoy Cristo nos invita a que abramos los ojos y descubramos que el día del Señor se acerca. No para angustiarnos, sino para descubrir el gran amor que Dios nos tiene. Ya la primera lectura tomada del libro de la Sabiduría nos narra como los cielos cuentan la gloria de Dios pero los hombres no siempre han sido capaces de leer lo que cuenta la creación. Haciéndonos descubrir la belleza de la creación, nos invita a considerar la grandeza y el poder de Dios. En la creación Dios ha dejado la huella de su amor para que todos los pueblos puedan encontrarlo. Sin embargo, no siempre los hombres le reconocieron: no lo han encontrado, se han equivocado dejándose seducir por las apariencias y por la belleza de las cosas. Hoy hagamos un momento de reflexión, miremos la vida que estamos llevando, descubramos el amor de Dios hacia nosotros y reflexionemos si estamos preparados para la venida del Hijo del hombre.