Lecturas del jueves, segunda semana de Navidad, ciclo A

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Jue, 2014-01-09

I. Contemplamos la Palabra

Primera lectura: 1 Jn. 4, 11-18

Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amarnos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él. En esto ha llegado el amor a su plenitud con nosotros: en que tengamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo. No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira el castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor.

Sal 71,1-2.10-11.12-13 R/. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.

Que los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo.
Que los reyes de Saba y de Arabia le ofrezcan sus dones;
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan. R/.

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R/.

Lectura del santo evangelio según San Marcos (6,45-52):

Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús en seguida apremió a los discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la orilla de Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y después de despedirse de ellos, se retiró al monte a orar. Llegada la noche, la barca estaba en mitad del lago, y Jesús, solo, en tierra. Viendo el trabajo con que remaban, porque tenían viento contrario, a eso de la madrugada, va hacia ellos andando sobre el lago, e hizo ademán de pasar de largo. Ellos, viéndolo andar sobre el lago, pensaron que era un fantasma y dieron un grito, porque al verlo se habían sobresaltado.
Pero él les dirige en seguida la palabra y les dice: «Ánimo, soy yo, no tengáis miedo.»
Entró en la barca con ellos, y amainó el viento. Ellos estaban en el colmo del estupor, pues no habían comprendido lo de los panes, porque eran torpes para entender.

II. Compartimos la Palabra

“Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él”

En esta lectura, de tan sólo 8 versículos, encontramos 11 veces la palabra amor o alguna conjugación del verbo amar. Lo cual nos está indicando cual es el mensaje principal que nos quiere transmitir el apóstol: tenemos que amarnos porque Dios nos amó primero. De ello va a depender nuestra felicidad.

Los cristianos estamos llamados a amar a nuestros hermanos a la manera de Dios. Dios nos ama como somos y a pesar de lo que somos. Su amor es gratuito y desinteresado: ama por amar y sin pedir nada a cambio. Pero para que esto se haga vida en nosotros, primero tenemos que experimentar su Amor: “hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él”, leemos en la lectura.

Amor y fe van de la mano, mutuamente se fundamentan. La Beata Teresa de Calcuta, con esa intuición que tienen los santos para expresar de manera sencilla las cosas más sublimes, en lo que ella llamaba su “tarjeta de visita” había escrito: “el fruto de la fe es el amor”; y Santa Teresita de Lisieux, como fruto de su experiencia, expresó: “es la confianza y nada más que la confianza la que nos conduce al amor”. San Juan, en su carta, nos muestra la otra cara de la moneda y nos dice: “en esto ha llegado el amor a su plenitud: en que tengamos confianza”.

Si amamos, Dios permanece en nosotros. Y si Dios está a nuestro lado ¿qué podemos temer? En sus manos está nuestra vida, aunque los vientos parezcan contrarios. Amemos, es lo único que se nos pide.

“No tengáis miedo”

San Marcos nos presenta a Jesús caminando sobre la aguas y calmando el viento con su sola presencia, poniendo de manifiesto su poder sobre las fuerzas de la naturaleza. De los discípulos nos dice que se asustaron al verlo porque creyeron que era un fantasma. Pero, ¿por qué no lo reconocieron, si ya lo conocían de tiempo?, ¿por qué se asustaron?

En el relato encontramos unos detalles que nos dan pistas para descubrir la torpeza de los discípulos: Jesús les mandó que subieran a la barca, lo cual quiere decir que ellos estaban obedeciendo; el viento era contrario, lo que denota trabajo duro porque no es fácil ir contracorriente; y era la cuarta vigilia, casi al amanecer, así que podemos imaginar el cansancio.

El texto no dice nada, pero me imagino a estos discípulos murmurando en su interior porque no comprendían que haciendo lo que Jesús les había ordenado, todo les fuera en contra. Por eso no pudieron reconocerle y se asustaron. En su corazón había entrado la duda, que da paso a la desconfianza, nos hace murmurar y nos ciega para no poder ver al Señor que viene a ayudarnos.

Hay momentos en la vida de todo cristiano en los que se repite esta experiencia. Si nos proponemos ser fieles al Señor la persecución y las contrariedades van a surgir tarde o temprano; y también el Señor se va a hacer presente con fuerza para librarnos del mal. Si lo que nos mueve es la confianza en Él descubriremos su paso en nuestra vida; pero si estamos murmurando nos asustaremos porque creeremos que es un fantasma, y tendrá que decirnos: “Soy yo, no tengáis miedo”.

MM. Dominicas
Monasterio de Sta. Ana (Murcia)