Hoy celebramos la memoria de un gran padre de la Iglesia de Occidente, san Hilario de Poitiers, quien, ante los arrianos que consideraban al Hijo de Dios sólo una criatura, defendió la verdad sobre la divinidad de Jesucristo.
Al parecer, san Hilario nació en Poitiers hacia el año 310 en una familia acomodada que no era cristiana. Él mismo nos habla de un camino de búsqueda de la verdad, que le llevó poco a poco al encuentro con Cristo. Bautizado hacia el año 345, fue elegido obispo de su ciudad natal en torno al año 353-354.
San Hilario escribió el «Comentario al Evangelio de Mateo», el comentario más antiguo en latín que nos ha llegado de este Evangelio. En el año 356 asistió al sínodo de Béziers, que lamentablemente estuvo dominado por arrianos, quienes pidieron al emperador Constancio que exiliara al obispo de Poitiers.
Exiliado en Frigia, actual Turquía, san Hilario trabajó sin descanso a favor del restablecimiento de la unidad de la Iglesia, basándose en la recta fe formulada por el Concilio de Nicea. Con este objetivo, redactó su gran obra «De Trinitate» (sobre la Trinidad), en la que expone su camino personal hacia el conocimiento de Dios y muestra que la Escritura atestigua claramente la divinidad de Cristo, Hijo de Dios, como lo encontramos en la fórmula del Bautismo que nos entregó el mismo Señor: «En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».
En el año 360 ó 361, san Hilario pudo regresar a su patria e inmediatamente volvió a su actividad pastoral, que se extendió más allá de los confines de su diócesis. En los últimos años de su vida compuso los «Tratados sobre los Salmos», de los que comenta: «No cabe duda que todas las cosas que se dicen en los salmos… se refiere al conocimiento de la venida nuestro Señor Jesucristo» («Instructio Psalmorum» 5).
San Hilario falleció en el año 367, y en 1851 el beato Pío IX le proclamódoctor de la Iglesia. Fundamentándose en la Escritura, san Hilario escribió:«Dios sólo sabe ser amor, y sólo sabe ser Padre» (De Trinitate 9,61). A este Dios amor, san Hilario le rezaba así: «Haz, Señor que me mantenga siempre fiel a lo que profesé… cuando fui bautizado» («De Trinitate» 12, 57).
Al hablar de san Hilario, Benedicto XVI, comenta: «Siguiendo la enseñanza y el ejemplo de san Hilario de Poitiers, pidamos también para nosotros la gracia de permanecer siempre fieles a la fe recibida en el bautismo, y testimoniar con alegría y convicción nuestro amor a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo»[5].