II Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A

Te hago luz de las naciones

Primera lectura: (Isaías 49, 3.5-6)

Marco: Forma parte del así llamado Segundo Isaías (40-55). El texto proclamado hoy es el segundo poema o cántico del Siervo del Señor. Parece que estos capítulos responderían a un momento histórico sensiblemente diferente de los anteriores. Probablemente fueron redactados después de la primera repatriación tras el exilio de Babilonia.

El profeta-poeta no estaría satisfecho por el resultado de la conducta adoptada por los que volvieron a Tierra Santa. Por eso dirige la mira al “resto”, a un grupo reducido que, a pesar del ambiente hostil, permanece fiel al Señor. El segundo poema centra la atención en la misión del siervo que no se circunscribe a Israel. Se trata de uno de los retos más valientes de este profeta-poeta: se abre un camino hacia los gentiles que culminará en su momento. Esta visión universalista ha llamado siempre la atención en este escrito. En el Nuevo Testamento esta profecía tendrá cumplido cumplimiento en Jesús y en sus enviados.

Reflexión

1. ¡La reunión del pueblo de Israel disperso obra del Siervo!

Ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel, -tanto me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza-. Ya el profeta Jeremías había entendido e interpretado que Dios le había elegido para la tarea profética desde el seno de su madre (Jr 1,5-7). Con toda seguridad el profeta-poeta que compuso los poemas que encontramos en Isaías se inspiró en estas palabras del gran profeta de Israel. Dios dirige sabiamente la historia y predestina a quienes quiere para que sean sus portavoces ante el pueblo y ante las naciones. En los profetas encontramos oráculos que se dirigen a Judá o a Israel según los casos. Pero también oráculos contra las naciones. La perspectiva se perfila y corrige al correr de la historia. La primera tarea del Siervo es la de reconducir al pueblo de Israel a la unidad. Esta unificación es un signo escatológico de la acción del Dios Salvador. La reunificación en la comunión debe comenzar por Israel, el pueblo de Dios, disperso por las naciones. Esta unidad y reunificación se convertirá en un signo para todas las naciones. Ya en el relato de la vocación de Abrahán, observamos que Dios le elige como padre y comienzo de un nuevo pueblo pero con una misión y una tarea en servicio de todas las naciones. Este germen llegará a su plenitud en Jesús. Ahora el profeta-poeta expresa la urgencia de esta unificación para que el proyecto de Dios siga adelante. Era necesaria la unificación y la comunión del pueblo de Dios para hacer creíble la unificación de todas las naciones. ¡Te hago luz de las naciones! De una manera expresa el profeta-poeta recoge este pensamiento de universalidad. En este momento la mirada a las naciones es una oferta de salvación. Dios quiere ser el Salvador de todos los hombres. Esta perspectiva es todavía una promesa. Hoy como ayer la comunión de los creyentes sigue siendo una urgencia que haga creíble el Evangelio y la misión de Jesús a favor de todas las gentes (Jn 17,20-23). Una coincidencia temporal y providencial nos permite proclamar estas palabras en medio del octavario de oración por la unidad de todos los cristianos. Esto nos revela la urgencia y actualidad de estas palabras de la Escritura.

Segunda lectura: (1Corintios 1,1-3)

Marco: Sabemos las motivaciones que dieron origen a la Primera Carta a los Corintios: en la comunidad, formada especialmente por gentes que trabajaban en el puerto, el Espíritu derrochó muchos dones. Pero pronto se produjo una división interna que amenazaba con la existencia misma de la comunidad. Pablo ha recibido informaciones directas de los propios corintios que le plantean una serie de preguntas para conducir su vida comunitaria y fraterna y su conducta en medio de un mundo hostil. Pero también recibió informaciones privadas sobre el lamentable estadio en que se encontraba la comunidad. Especialmente los enfrentamientos y las divisiones. A ambos tipos de información responde Pablo en esta carta. El fragmento que proclamamos hoy corresponde al saludo inicial que está presente en todas las cartas auténticamente paulinas.

Reflexión

1. ¡Llamado a ser apóstol de Jesucristo, por voluntad de Dios!

Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo, por voluntad de Dios. Acabamos de ver en la lectura anterior que la vocación profética es una decisión que Dios toma libremente, incluso antes de que el profeta llegue a este mundo. Y también la vocación apostólica. A pesar de las peripecias que siguió la vida de Pablo antes de encontrarse con el Evangelio y con Jesús, Dios había trazado un plan sobre su vida que se realizaría en su momento. El propio Pablo nos recuerda en otras cartas este destino de su vida (Gl 1,13ss). La llamada apostólica es un puro don de Dios anterior a todo merecimiento por parte del receptor. Esta es la señal de su autenticidad. Con frecuencia aparece en la Escritura la reacción de los llamados: preocupación y dificultades para aceptarla, sabedores como eran de que la realización de la misma no era fácil: Jeremías recurre a su juventud e incapacidad; Isaías no se siente digno de la llamada; Pablo se reconoce y confiesa un perseguidor. Pero el proyecto de Dios desborda todas las limitaciones, previsiones y resistencias humanas. Esta realidad debe alentar a quienes hoy como ayer son invitados a aceptar la misión y participar en esta urgente tarea. Dios es más fuerte y mas grande que nuestras debilidades y limitaciones. Esta confianza plena de los llamados, como lo hizo Pablo, garantiza el llevar adelante la causa de Jesús en la evangelización de un mundo muy necesitado del auténtico Evangelio. Hoy como ayer la misión sigue pareciendo tarea inalcanzable, compleja y sumamente dificultosa para todos los discípulos de Jesús. La palabra de la Escritura sigue siendo una luz que ilumina, una seguridad que reconforta y un sello de autenticidad.

Evangelio: (Juan 1, 29-34)

Marco: Este fragmento forma parte del capitulo introductorio del relato joánico que se compone de dos partes diferenciadas: vv. 1-18 y 19-51. A esta segunda parte se la suele llamar “testimonios”. A lo largo de esta parte van apareciendo diversas confesiones de fe acerca de Jesús que revelan una cristología muy desarrollada y que es la que está presente en el conjunto de la obra. El fragmento que proclamamos hoy recoge el primer testimonio del Bautista acerca de Jesús. El evangelista pone especial cuidado en subrayar la superioridad de Jesús respecto del Bautista. Se trata de una realidad pero que el evangelista recoge para responder a las pretensiones de una secta llamada de la “bautistas” que confesaban y sostenían que Juan era el verdadero Mesías y mayor que Jesús.

Reflexión

1. ¡Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí porque existía antes que yo!

Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquél de quien yo dije: “Tras de mi viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. En la Iglesia primitiva se planteó un problema grave cuando surgió la secta de los Bautistas. Este fragmento del relato joánico hay que leerlo en este marco. ¿Hay rivalidad entre Juan y Jesús? El evangelista Juan lo resuelve recurriendo a este testimonio que clarifica la situación: Juan está al servicio de Jesús y le prepara el camino. A lo largo del relato encontramos otros datos clarificadores. En este caso el Bautista reconoce que Jesús es anterior a él, no precisamente mayor de edad, sino porque existía antes que él apareciera en la historia, es decir, que Jesús es anterior al tiempo. Es una reflexión muy madurada en los círculos joánicos sobre la identidad de Jesús. Recordemos algunos datos que nos permiten comprender mejor el papel de cada uno (Jn 1,6-8; 3,26-30). He recogidos estos dos testimonios porque describen bellamente la misión de ambos: Jesús y Juan. En el proyecto de Dios no hay rivalidades ni protagonismos que sobrepasen la misión recibida. Ya en sus orígenes surgió la duda de la primacía de Jesús. Las Cartas paulinas así llamadas de la Cautividad tratan de afrontar y resolver este problema que tiene repercusiones importantes en la consecución de la salvación. Hoy como ayer vuelve a surgir el problema de la supremacía y singularidad de Jesús. Los creyentes son invitados a centrar su vida en Jesús y desde él apreciar e interpretar todos los valores humanos y religiosos. La singularidad de Jesús no es excluyente, sino integradora. En la comunidad cristiana y en el concierto de las religiones Jesús debe ser presentado como el camino, la verdad y la vida; como la puerta y el pastor; como la vid verdadera. En él encuentran todos los valores humanos y religiosos su sentido verdadero.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)