Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado

de Guillermo Ortiz Mondragón
Obispo de Cuautitlán

México D. F. a 19 de enero de 2014

A la Iglesia que Peregrina en México
A todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Les saludo con afecto en Cristo, el Siervo de Dios, enviado a ser luz de las naciones y unión para todos los pueblos en este día en que el Papa nos invita a celebrar el centenario de la Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado.

La Iglesia ha contemplado siempre en los emigrantes la imagen de Cristo que dijo: "era forastero, y me hospedasteis" (Mt 25,35) por lo que desde sus inicios se ha esforzado por ser signo de acogida para todos los que están fuera de su patria. Respondiendo a las necesidades de su tiempo hace un siglo, con el Papa Benedicto XV, nacieron las Jornadas por los Emigrantes y Refugiados que se convirtieron en el llamado del Santo Padre a la Iglesia en todo el mundo a trabajar por las personas que viven inmersas en el drama de la migración.

A lo largo de estos cien años de Jornadas la Iglesia ha ido madurando en su visión acerca de los migrantes y refugiados, desde un principio el emigrante emerge como persona y ciudadano sujeto de derechos y deberes, y de destinatario de las obras de caridad cristiana, ha pasado a a ser sujeto de evangelización y protagonista del providencial plan de Dios por el encuentro enriquecedor entre los pueblos en la difusión del Evangelio.

En este año, en el que en el mundo hay 232 millones de personas que viven fuera de sus naciones de origen, 740 como migrantes aún dentro de sus propios países y estamos experimentando un cambio de época el Papa nos invita a vivir esta Jornada bajo el tema: “Migrantes y Refugiados: Hacia un mundo mejor”.

El Papa Francisco en su mensaje nos invita a mirar a migrantes y refugiados como hermanos y no como “peones sobre el tablero de la humanidad”. De ahí el llamado a crear la cultura de la acogida en contra de la cultura del rechazo, la cultura de la solidaridad en contra de la cultura de la marginación. Invita a los jefes de estado a mirar esta realidad migratoria con sentido más humano, tanto quienes dirigen los países de donde salen como los de los países a donde llegan. El diálogo debe superar falsas visiones sobre estos hermanos nuestros y mirarlos más desde la perspectiva que tiene la mayoría de ellos: “hacer, conocer y tener más para ser más”.

Como Iglesia, nos recuerda el Papa Francisco, hemos de buscar la actitud del “encuentro”, que permita anunciar a Jesucristo a todos y así lograr un Mundo Mejor “buscando un desarrollo auténtico e integral, a trabajar para que haya condiciones de vida dignas para todos, para que sea respetada, custodiada y cultivada la creación que Dios nos ha entregado”.

México, por ser un país de origen, tránsito y destino de migrantes es un lugar privilegiado para poner en práctica toda la riqueza que nos ha dejado este siglo de Jornadas del Emigrante y Refugiado. Hoy por hoy aparecen nuevos retos que afrontar: el drama de la migración de retorno, los menores no acompañados, el crimen organizado a lo largo de la ruta migratoria, las familias desintegradas, el asentamiento de migrantes internos en las grandes ciudades, son los “Signos de los tiempos” que nos impulsan a trabajar por el Reino de Dios con sentido de universalidad.

Invito a las autoridades de los tres órdenes de gobierno a redoblar esfuerzos para hacer de la política migratoria una verdadera estructura que proteja los derechos humanos de nuestro hermanos migrantes y a seguir en el diálogo con la Iglesia y la sociedad civil para garantizar la seguridad de aquellos que transitan por nuestro país, y condiciones de vida dignas para los que regresan.

A mis hermanos Obispos les agradezco su confianza al encomendarme la responsabilidad de la Dimensión de Movilidad Humana y les exhorto a que a través de los animadores de Pastoral Social, de Pastoral de Migrantes y de las estructuras Provinciales, fortalezcamos en comunión iniciativas pastorales en favor de nuestros hermanos migrantes.

A todos los agentes de pastoral, encargados de casas de migrantes, defensores de derechos humanos, laicos comprometidos, hombres y mujeres de buena voluntad que se han sumado a la promoción de las personas migrantes, los animo a seguir luchando por un mundo mejor, por una humanidad sin fronteras, seamos signo de unidad, justicia y paz para nuestra sociedad.

Queridos hermanos migrantes, me uno al Santo Padre para exhortarles a no perder la esperanza de que también para ustedes está reservado un futuro más seguro, y que en su camino podrán encontrar una mano tendida para poder experimentar la solidaridad fraterna y el calor de la amistad.

María, Madre de los Migrantes, nos acompañe a todos.

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